La brisa de diciembre se hizo cómplice para que aquel 28 de diciembre de 2017 -aciago- la noticia de la muerte de un artista como Tony Capellán (Tamboril,1955) pasara casi desapercibida. Parece que el día de los Santos Inocentes, no es bueno para que alguien se tome en serio la muerte del otro.  

Tres años después, parece seguir siendo una broma pesada. No han sido suficientes para que se pueda comprender la magnitud de su aporte ni lo que significa para el arte dominicano que el nombre y la obra de Tony Capellán, perezcan. 

¿Quién es Tony Capellán? se preguntarán algunos y a estos le decimos que fue uno de los más grandes artistas visuales dominicanos: dibujante, grabadista, pintor, escultor, instalador y un investigador de la sociedad y del pueblo dominicano, sobre todo, de aquellos que vivían a la orilla de la incertidumbre, a los que inmortalizó revelando su estado de dolor y de abandono. 

Su trabajo, fue celebrado en su momento, tuvo una década en que se ganó la mayoría de los premios de los concursos en los que participó, no solo en el país, donde ganó importantes premios, sino en otros espacios donde su obra fue exhibida y también adquirida por grandes centros de arte, como: el Museo del Barrio en Nueva York, Museo del Arte, en Rhode Island, Museo de Arte de la Organización de Estados Americanos, en Washington, en el Museo Comunitario de Tecolotlán, en México, entre otros de varios países.

El artista y restaurador Ruahidy Lombert nos amplía, para este artículo, sobre su peso artístico: “La obra de Tony Capellán permea una realidad -que nos es oculta-, lejana a nuestros ojos, alusivas al tema económico, cultural, político, social y medioambiental de nuestra sociedad. Se trata de temas que son conjugados mediante una representación material y objetual de elementos cargados de metáforas que involucran una conducta estética como forma de conocimiento”.

Agrega Lombert que Tony fue un artista persistente, comprometido con la realidad de los acontecimientos de su país, y que por medio de su discurso artístico “nos representó en varios países de América y Europa. De Tony hemos heredado un legado importante que debemos cuidar y prolongar como parte de nuestro patrimonio artístico y cultural”. 

Estas razones, deben ser consideradas para que su obra sea rescatada, reunida, exhibida, puesta en valor. Que el Estado o cualquier otra entidad privada garantice que sus creaciones continúen dialogando acerca del Ser Dominicano tanto con nuestros anhelados visitantes por vía del turismo, como por las nuevas generaciones provenientes o comprometidas con nuestra patria. 

La clave del trabajo de Tony Capellán está, además de la multiplicidad de materiales, formatos y temas que aborda, en su mirada aguda, incisiva y permanente a males que aunque viejos, resisten nuevas lecturas y nuevas metáforas.

Fotografía tomada por la autora.

Antes que entren al mar…

Durante meses, semanas y días, por muchas horas, Tony Capellán se apostaba frente al mar, por el área del obelisco hembra a esperar que bajaran -literalmente- sus materiales del río Ozama.

Conversar con Tony Capellán sobre su quehacer artístico era adentrarse en su universo personal y el de sus vivencias artísticas, ambas fundidas en una misma pasión: el arte. 

Era fácil escucharlo, porque tenía mucho que contar y lo hacía con el entusiasmo de un niño y a la vez con la convicción de alguien que había logrado traspasar la solemnidad del conocimiento hasta convertir lo conceptual y duro en pura poesía.

Es que detrás de ese amontonamiento de objetos de una misma rama y a veces de un mismo color y relajadas formas, lo que hacía era reconstruir historias que nadie más que esos objetos le podían contar. Capellán aportaba nuevos significantes a cosas que en otros espacios eran solo basura, pero para él eran portadoras de emociones y dolores que él se sentía en la obligación de recrear. Esos objetos, entrelazados, clavados o simplemente colocados de una cierta forma retomaban el tono de denuncia de su obra, sobre las injusticias sociales y las crueldades humanas. 

Como muestra de esto, se puede hablar de su instalación Mar Caribe (1996) Los sacos del olvido (1996), La barrera del pudor (1996), Trata de blancas (1996), La bandera de los ahogados (1996), Las vidas del Tercer Mundo (1996), El Fruto Prohibido (2012), Flotando (2012).

El río le traía plástico con forma de peines, de frutas, de piernas y manitos y cacos y pechos de muñeca, pero también le traía chancletas y calipsos y zapatos tenis que habían ayudado alguna vez a alguien a caminar o a detenerse.

Un universo perdido…

Pensamos que debieron clavarse y enredarse en los alambres de púas de su obra Mar Caribe, los que optaron por anularlo invisibilizando sus aportes. Pero, no estamos seguros de si quieren borrarlo a él o al mensaje implícito en cada una de sus obras. 

Para muchos, sus materiales reciclados no eran más que basura y no una alarma ecológica o un grito desesperado de las víctimas de la injusticia social que se anida lo mismo en los barrios de la ribera del Ozama, que en los que recurren al mar para emigrar de su pobreza.

Como sostiene Delia Blanco: “El mar se convirtió en escenario tridimensional, en lugar y espacio de cementerio submarino, cuya poética quedó sellada para siempre en nuestras memorias con la instalación de Tony Capellán, quien, en la historia del arte dominicano de los 40 últimos años, es un elemento fundamental en los procesos de los viajeros, balseros y boat people ilegales. Su Corona de chancletas sostenidas por púas, marcó definitivamente una nueva conciencia del arte como sonido de alarma”.

Las artes visuales deben ser muy incomprendidas o asumidas como adorno, dentro del espectro político, cultural y educativo de la República Dominicana, solo eso podría justificar que un artista de la amplitud creativa, conceptual y de tanto compromiso con la identidad dominicana como Tony Capellán o con la lucha social como en el caso de Silvano Lora, sean soslayados tan olímpicamente. Pero, como sostiene Susan Sontag, en Estilos Radicales (2005): “no existen superficies neutrales, ni discursos neutrales, ni temas neutrales, ni formas neutrales”. A veces, el silencio, continuando con la Sontag “es una forma del lenguaje (en muchos casos de protesta o acusación) y un elemento de diálogo” y este artículo, tal vez, lo confirma.

En el libro “Trascendencia y Esplendor” editado por el crítico y poeta Abil Peralta para la Cámara de Diputados (2010) queda establecido que Capellán “aborda las esencias culturales identitarias del Caribe, así como las complejas problemáticas que afectan a la sociedad y a la condición humana contemporáneas”. 

El artista visual Tony Capellán fue uno de los primeros de la generación de los 80´s en asumir la instalación como medio de expresión y creación, nos dijo la crítica Marianne de Tolentino: “fue pionero de las instalaciones de República Dominicana y uno de los primeros en utilizar materiales reciclables”. De hecho, en el 1990 realizó su primera exposición de instalaciones titulada “Mitologías y ritos” en la Galería de Arte Moderno (hoy MAM). Artistas como Silvano Lora, Soucy de Pellerano y otros artistas de la generación de los 80’s (y luego cómplices creadores en el Grupo Quintapata) como el propio Tony, Jorge Pineda, Belkis Ramírez, Raquel Paienwonsky, Pascal Meccariello en incluir instalaciones en su propuesta convirtió en la forma esencial de su discurso.

El artista y crítico estadounidense William Seitz definió la instalación como “un recordatorio forzoso de las contingencias de la existencia” y en relación con sus creadores afirmó que estos “han forjado una transformación verdaderamente mágica: desde la banalidad y la fealdad, la dispersión y el desperdicio, la cacharrería y la comercialidad, han creado objetos desafiantes, significativos y a menudo hermosos…”

Doña Marianne validó la importancia del artista en el panorama del arte contemporáneo en República Dominicana y nunca olvida el impacto obtenido en la 22ª Bienal Internacional de Sao Paulo (1994), con su pieza “Robo de órganos”.

El crítico y curador español Fernando Castro Florez asegura que Tony Capellán “fue seleccionado en las más importantes muestras sobre el arte del Caribe y yo pude trabajar con él en dos ocasiones: cuando montamos la exposición en el Centro Cultural de España del Colectivo Quintapata (del que formaba parte) y cuando le invité a realizar una intervención en el festival SOS 4.8 en Murcia. 

Al ser precursor y uno de los más insistentes en el arte del reciclado y de las instalaciones, éste se convirtió en un referente también para otros artistas del país, como Mónica Ferreras quien asegura que “Tony nos abrió camino a los artistas que veníamos atrás”.

Sus aportes a nuestra identidad a través de esa hermosa metáfora de recoger lo que el río Ozama le entrega al Mar Caribe, su preocupación por los seres humanos detrás de estas baratijas.  ¿Qué botan o qué pierden de lo encontrado? Percibir en su pecho lo que siente una niña cuando -en medio del frío y del hambre-, descubre que su muñequita se le fue, que solo le quedó un brazo, un pie o tal vez el cuerpo entero, pero sin cabeza.

Un gran amigo del arte dominicano, Ricardo Ramón Jarné, con quien vivimos una época de oro en el Centro Cultural de España, lo describe como “uno de esos pocos artistas que implican realmente su vida con el arte, que entienden que tienen una misión, que creen que el arte trasciende, que el arte y la cultura mejoran la sociedad, que hacen que el entorno sea más humano, más inteligente”.

Explica Jarné que “sus obras proponen una denuncia clara contra la miseria, la marginalidad, la falta de educación, la no integración de todos en una sociedad dominada por el capitalismo más salvaje, más discriminatorio, más absurdo, más fuera de la realidad”.

Como se espera de su condición, el laureado escritor Junot Díaz escribió un hermoso lamento en sus redes: “Él era el Caribe, con todas sus profundidades, tormentas, contradicciones y belleza. Perdimos nuestro mar”.

Una soga, el mar y un camionero

Todos los que hablan en términos personales y artísticos de Tony Capellán hablan de su dimensión humana y de su desinterés mercurial. Recordamos que, para una tarea sobre restauración en el arte, de la Maestría en Artes Visuales que cursamos en la UASD, nos reunimos con él dos veces en marzo del 2014. La primera en el Colegio de Artistas Plásticos (CODAP), y la otra, a los pocos días, en el Museo de Arte Moderno, junto a otros maestrantes -como el destacado publicista y diseñador Víctor Vidal y el artista Clinton López-, conversaciones que grabamos y que nos sirven para las afirmaciones suyas en primera persona.  

En el MAM, teniendo la obra “Flotando” como escenario nos contó de cómo encontró la inmensa soga que le servía de base. Alcanzó a verla y decidió esperarla. Estuvo más de 10 horas hasta que llegó a la playa. Empezó a jalarla poco a poco. Cuando ya la tenía, muriendo el día, llegó un camionero que le ofertó 35 mil pesos por ella, pero ya era tarde, la obra se había formado en su cabeza y hasta había pensado en ponerle piernitas de muñeca, “porque los pies son la representación de la movilidad. No se imaginan el trabajo que costó mover esa inmensidad hasta mi casa, sacarle la arena y todo lo demás… Pero aquí está la obra en el Museo”, contó.

Al ser precursor del arte reciclado y las instalaciones, este se convirtió en un referente para otros artistas del país: Mónica Ferreras expresó que “Tony nos abrió camino a los artistas que veníamos atrás”.

Así tan sencillamente… ¡Se muere la gente!

La gente se muere fácil, pero ignorar que murió es más fácil de lo que se piensa. Porque lo que queda de alguien es la memoria y en el caso de un artista, invisibilizarlo es otra clase de muerte. No poner su obra en valor puede matarlo otra vez. No todo es color de hormiga, existen varias iniciativas como su inclusión en la exposición “Colirio: Prácticas estéticas que acercan” del Centro Cultural de España (mayo-junio, 2018) curada por Luis Graham. La Universidad Autónoma de Santo Domingo le dedicó su VI Congreso de Artes Visuales (2019). Lo más cercano a reconocer su valía desde el Estado Dominicano fue la promesa del Ministerio de Cultura de dedicarle la bienal 2018 que crece en años de ausencia y en las quejas constantes de los artistas. Ojalá esta dedicatoria, cuando se dé, se corresponda con la necesidad de exhibir, y, a la vez, resguardar su obra; y, de retomar como tema de reflexión y estudio sus creaciones y preocupaciones sociales y humanas que reflejó a través de ellas. 

Otros de los grandes artistas contemporáneos que hay que estudiar es Jorge Pineda, quien en referencia a nuestro comentario sobre Tony Capellán, nos dice: 

“Tony es un hombre que trató en muchísimos aspectos todo lo que es la identidad dominicana. Tú haces un análisis de su obra y te vas a encontrar algunas piezas, dónde está como tú señalas, ese comentario sobre la condición de nuestro pensar”.

Recuperar lo (ir) recuperable

Es iluso pensar que cualquiera de los componentes de sus instalaciones puede ser fácilmente sustituido -en el entendido de que quien vaya a hacer este trabajo no va a apostarse a esperar los cacos de muñecas, rolos o chancletas a la playa ni puede comprar todo nuevo, ya precisamente al paso del tiempo, usos, abandonos, las pérdidas y el milagro del reencuentro, es la clave de este arte.  

El artista nos dijo que no tuvo la oportunidad de documentar el proceso de creación de sus obras, sino que las mismas han sido expuestas y luego fotografiadas por un grupo de amigos voluntarios. Que para confirmar detalles de las obras están los catálogos y el reporte de registro. Sin embargo, existe una documentación de la Fundación Patrimonium realizado con Tony “con el objetivo de elaborar un protocolo de actuación a fin de facilitar la comprensión de la idea original creada por el artista”, aseguró su presidente Ruahidy Lombart.

Capellán lamentaba que en el país no existan coleccionistas de este tipo de obras de arte y que los artistas como él tengan que sujetarse a que los museos y galerías tradicionales se interesen en tener instalaciones en sus espacios, lo que hace más significativa su entrega a las mismas, ya que nadie estaba esperando para comprarlas. 

Tony no conservaba sus obras instaladas, ya que necesitaba espacio para las nuevas creaciones y solo cuando le solicitaban alguna obra para alguna exposición la volvía a montar. Su hermana, Rhina Del Villar Hernández, nos expresó su preocupación por la desaparición de muchas de sus instalaciones, pues tenía muchas en su casita de Manabao, Jarabacoa y le han dicho que alguien las vendió como hierro viejo.

Arte y vida: indivisibles en un artista integral

Joaquín Virgilio “Tony” Capellán Hernández era un gran lector de literatura y poesías, pues desde muy temprana edad su padre le infundió la pasión por la lectura, al igual que su madre y su tío “crecí en un ambiente en que las ideas eran lo más importante. “Siempre supe que había un mundo más allá de la rigidez de la burocracia y sus manejos”.

Lo más divertido que compartió con nosotros, en esa conversación donde pasábamos de la risa al llanto con sorprendente facilidad, es que él llegó al arte “huyendo de las matemáticas”. 

Resulta que cuando vino de Tamboril para la Universidad Autónoma de Santo Domingo, revisó concienzudamente cada pensum buscando una carrera que no incluyera matemáticas como materia –su terror- y la encontró precisamente en el Departamento de Artes.

Aunque llegó de esta forma tan extraña a las artes, luego de estar en clases, nunca se arrepintió de su elección y sobre todo por el privilegio que le significó escuchar las clases de Estética de don Pedro Mir:

“Recuerdo este hecho como algo fundamental en mi carrera, pues conocí muy pronto la fuerza de la poesía y cómo ésta se deslizaba por cada hendija de la vida”.

Entonces, para él, la pintura dejó de ser pintura “para ser un medio de transmitir en formas y colores -lo poético-, “como el hecho que da sentido a la creación”.

Otra de las experiencias que le generaron más conciencia como artista fue la de haber tenido la oportunidad “de vivir el proceso de apropiación cultural que protagonizaron los integrantes del Grupo Convite: “Fue un privilegiado al recorrer el país conociendo y asumiendo como propias las distintas manifestaciones artísticas y culturales del país en los años 70’s”.

Nos comentó que como pintor tuvo una gran producción y que con sus obras hizo varias exposiciones –muy aclamadas- en los años 80’s, lo que lo llevó a viajar a representar el país en un encuentro de artistas plásticos en los principios de los 90’s a Cuba, que le cambió la visión.

Refiere que viajaba con Iris Pérez y Jorge Pineda y que juntos conocieron la multiplicidad artística que se podía manifestar a través del arte contemporáneo “y la hondura de contenido que se podía lograr a través de las instalaciones”.

“Yo llegué a la instalación luego de una gran crisis en la que yo sentía que no podría expresar en los medios tradicionales lo que yo quería hacer en el arte. Porque un artista es la expresión de su tiempo y yo veía que en ella tenía varias cosas a mi favor, no era una superficie plana como el grabado, la pintura y el dibujo, sino una superficie infinita, un espacio completo”, nos dijo.

A partir de ahí como artista fue aún más intenso y diverso. Empezaron a sucederse las exposiciones de sus nuevos trabajos y a ganar nombradía y respeto con sus obras: “la instalación pertenece a una categoría de obras que se llaman obras abiertas que vinieron después del modernismo y que te permiten cambiar, modificar esas obras, sin alterar su significado”.

Al hablarnos de ellas, el artista lo hacía con devoción y de ahí provino su inclinación por el mar y el transcurrir de sus días esperando que el mar le trajera algo: cabezas de muñecas, brazos de muñecas, patas de muñecas en distintas formas, colores y calidad del plástico, de su levedad o peso… Pedazos de juguetes que traen escondidas bajo su inerte inocencia cientos de historias de niñas que soñaron con sus muñecas y que tal vez lloraron la desgracia de una inundación que las dejara “tuñecas”, cojas, sin ojos, decapitadas…

“Estos objetos salen por la ría del Ozama, salen por el lugar por el cual este desemboca en el Mar Caribe, es el mismo lugar por donde llegaron las naves conquistadoras y se asentaron. Para mí siempre ha existido una simbología muy estrecha entre estos materiales que salen por el mismo lugar por donde entró la cultura dominicana. Es algo que tiene un simbolismo que es el mar, que une esos dos simbolismos”, reflexiona.

El que es poeta de la imagen visual es dueño absoluto de las metáforas del lenguaje, pensamos, cuando nos sorprende con esta afirmación: “el mar no acepta historias que no le son propias”, por eso todo lo que recolectaba del mar, eran esos objetos artificiales que el mar desechaba por no serles propios “verlos en la orilla, para mí es irresistible”, nos dijo.

Tony Capellán dice que cuando arma una instalación no piensa en los materiales que la conforman y en su permanencia o futura sustitución. Sino que hace la obra, confiado en que en el mismo momento en que se expone, su mensaje queda inscrito entre lo ya dicho.

Para él, la mayor metáfora de su vida es que su obra fundamental, la primera versión de “Mar Caribe”, terminó en el fondo del mar. Luego, para poder alimentar el deseo de varios museos en el mundo de tener precisamente Mar Caribe, tuvo que hacer otras instalaciones con la misma idea, la de los calipsos de goma con alambres de púas. 

Esta obra, es en sus propias palabras “una referencia a la zona geográfica que me tocó vivir y a la problemática que tiene esa zona. La metáfora que tiene Mar Caribe es una metáfora dura, difícil, pero que está suavizada por la armonía y el valor que está en cada una de esas piezas, que son parte integral de la vida de quien llevó esos zapatos. En esos zapatos hay historias de mucha gente…”

Pero, el mayor enigma de Tony Capellán -tal vez no lo haya visto así-, es que el Mar Caribe, qué, según él mismo, no acepta lo que no le es propio, una noche de tormenta decidió asumir como suya su obra fundamental. 

Tal vez, él aún está nadando alrededor de su obra en su amado mar… La vida más allá de la vida que es la poesía y que será Tony Capellán para siempre…

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Cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Bellas Artes asistí a una exposición individual de Tony Capellán, para mi significó mucho ver aquellas obras creadas con objetos cotidianos que respondían a un entorno social, cultural y etnográfico fue una experiencia que me representó un nuevo descubrimiento del arte. 

Ruahidy Lombert

“La magnitud de la ausencia de Tony, solo pueden concebirla quienes realmente comprenden el panorama cultural contemporáneo y el tremendo impacto e influencia de este esencialísimo ser humano en el Caribe, Latinoamérica y el mundo”.

Sarah Hermann, Crítica y curadora de arte (RD)

“Su corona de chancletas sostenidas por púas, marcó definitivamente una nueva conciencia del arte como sonido de alarma…”

Delia Blanco, Crítica franco-española.

Fue un gran ser humano. Impoluto. Se integró a la sociedad de consumo en su más mínima expresión. No tenía más bienes que una pequeña pero inconmensurable casita en Valle Nuevo, Constanza, donde nace un Yaque caudaloso. Ahí, no tenía energía eléctrica y el rumor del río era todo. 

Claudio Cohen, cantautor y amigo desde Tamboril.

“Podía ser tremendamente caótico, pero, en el fondo, era un tipo riguroso, comprometido con su poética, dispuesto a seguir realizando instalaciones que no tenían ninguna salida comercial”. 

Fernando Castro Florez, crítico y comisario de exposiciones (España)

Le conocí en los años noventa y seguí su trayectoria con admiración total. Era un artista que se la jugaba en cada pieza, que arriesgaba todo en cualquier instalación.

Algunos Premios

1987. Dibujo, 2do. Lugar. Concurso de Arte Eduardo León Jimenes.

1989. Mención de honor de Grabado Latinoamericano de Arte sobre Papel. Buenos Aires.

1990 escultura. 1er. Lugar. Concurso de Arte Eduardo León Jimenes

Grabado. Primer Premio Nacional XVIII Bienal Nacional de Artes Visuales

1991. Primer Premio, Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano. PR.

1991 Mención del jurado y Premio del Público. XXIII Festival Internacional de Pintura de Cagnes-sur-Mer.

1992 medalla de Oro. Primera Bienal de Pintura del Caribe y Centroamérica.

1992 dibujo. 2do. Lugar. Concurso de Arte Eduardo León Jimenes

1994 pintura. 3er. Lugar. Concurso de Arte Eduardo León Jimenes

1996 escultura. 1er lugar. Concurso de Arte Eduardo León Jimenes

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Marivell Contreras es periodista, poeta y gestora cultural, con Master en Artes Visuales, es investigadora de temas culturales. Ha publicado libros de poemas, cuentos, entrevistas y la biografía ”José Manuel Calderón: el primer Bachatero del mundo”, en co-autoría con el artista.

Imagen de portada: Mar Caribe, Tony Capellán (1996).