Presentación antología NUBES. POESÍA HISPANOAMERICANA (Colección La cruz del sur, Editorial Pre-textos, 2019. Selección y prólogo de Edda Armas).

En una contemporaneidad donde la inmediatez de casi todo acto humano amenaza convertirse en norma, en la que el férreo peso del sentimiento y el pensar han trastocado en existir líquido, donde la vastedad expresiva de la palabra parece sometida al yugo de los caracteres de una sentencia de Twitter, nos regocija profundamente encontrar en el introito de un libro de poesía publicado en el 2019 aquellas certeras palabras de Cernuda plasmadas en la primera página de esta imperecedera antología en las que el sevillano advertía sobre la permanencia del símbolo como marca suspendida de la eternidad del poema y el espíritu de las cosas. Cito:      

He visto cómo las horas quedaban inmóviles,/ suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios,/ puras y aéreas, sin pasar./

He dicho imperecedera antología porque ciertamente, no parece existir en la lengua cervantina nada similar a lo que hoy nos convoca; una colección que por sí misma se constituya en texto y utilice la ubicua existencia de los vapores celestiales como original construcción literaria, filosófica, y por qué no, también política. Porque todo aquello es justamente lo logrado por Edda Armas, el haber establecido un dialogo entre la imaginación y la voz poética depositado en los versos de decenas de hombres y mujeres que han hecho de este libro una aventura entregada a los sueños y a las ansias que pululan el alma de todos aquellos que con demasiada frecuencia dirigimos la mirada al firmamento y encontramos el leve trazo de una nube o el más denso y amenazante nubarrón.   

Cabe destacar la existencia de un precedente simbólico cercano al trabajo que hoy se presenta en el que Raúl Zurita, chileno al fin, atrapa la inconmensurable dimensión de los cielos para abandonar la página y lanzar un poema a cinco kilómetros de la superficie terrenal. Lo hizo en el Manhattan de 1982 cuando un avión dibujó en el aire los quince versos de su texto “La vida nueva”. Para muchos, tal acto representó un ambicioso proyecto de justicia social esperanzadora a favor de la población latinoamericana de aquella urbe en el que la pluma fue nube, y el azul del techo neoyorquino página abierta inequívocamente evocadora de la ensoñación aérea que hablaba Gastón Bachelard.  

    

Desde el mismo pórtico de la antología que hoy celebramos Armas nos entrega las pistas que a nuestro modo de ver, representan el segundo importantísimo rasgo del libro que nos ocupa: el haber constituido una hermosa propuesta tan necesaria en una época donde ya casi nos acostumbramos a que las nubes nos arropen los ojos sin ello provocarnos sonrojo ni pesar. Mas, tal como enuncia esta venezolana soñadora, el que ellas no arropen la alta vista tan necesaria en estos tiempos nublados deberá ser nuestro rezo. 

El origen de este fajo parecería tratarse pues, de la pretensión de una autora que confiesa ser víctima de una pasión obsesa sobre tales criaturas, ―sobre las nubes― quiero decir. Ellas como recuerdo y como ensoñaciones presentes en su temprano existir de niña y como objeto simbólico de la poeta que parecía venir desde las pioneras evocaciones de Prévert y Baudelaire que le despertaron el sentir. 

Ordenados en variados capítulos, los casi 300 poemas de los 13 países que conforman esta obra aparecen agrupados bajo cautivantes títulos como: Cielo y escritura, Criaturas del espejo, Voluntariosas y amantes, Catecismo animal, Terredad de errantes, Refugio hallan las viajeras, y como si fuese poco, en un último acápite que casi lo dice todo: Oscuras intemperies. 

Se me ocurre pensar que aquellos títulos pudiesen constituir alegorías a la nomenclatura meteorológica de las nubes que los doctos han decidido llamar estrato, cúmulos, cirro, nimbo y homogenitus, inspirados en sus propias visiones del mundo y de las cosas a las que estas caracterizaciones aluden. Al fin y al cabo, no debería sorprendernos esta lucubración, porque la nefelomancia que practicaron nuestros antepasados intentando adivinar el futuro usando las nubes no dista de las modernas predicciones del estado del tiempo basadas en los patrones celestiales. Y la poesía, que siempre quiso tocarlo todo, hace lo propio porque ella no es más que la adivinación del ser a través de la palabra.  

Es de rigor dejar claro que el monumental, cuidado, y a la vez delicadísimo trabajo de Edda Armas propone al lector intentar comprender la compleja naturaleza simultáneamente mítica y terrenal de lo etéreo y lo concreto a que aludía Cernuda, en oposición al José Emilio Pacheco de las nubes duran porque se deshacen,/ su materia es la ausencia y dan la vida. Porque las nubes, esos vapores que parieron el Universo y que a manos del viento se fugan ante nosotros, se me ocurre pensar ¿no son acaso similares, como construcción metafórica, al rasgo fundamental del hecho poético que partiendo del fonema se escapa en el territorio de lo acontecido en la página?

Debo finalizar agradeciendo a Edda por conformar este regalo y por sus esperanzas; regocijado, me uno a su rezo de alerta contra los nubarrones recordando al Huidobro engrandecido que nos dijo: Te repetiré mil veces,/ Que mi espalda está pesada de nubes/ Pero yo tengo la flauta oficial de querube salvaje.

Jochy Herrera, ensayista dominicano. Autor de Estrictamente corpóreo (Ediciones del Banco Central de la República Dominicana, 2018).    

Herminio Alberti León, fotógrafo artístico merecedor de reconocimientos nacionales e internacionales.