Que se funde un taller con la literal cualidad de público; que se pueda investir como Silvano Lora, con una mano zurda y un pincel invencible, inclaudicable, audaz; que se encajara con sigiloso instinto en no cualquier calle de la más vieja ciudad de Santo Domingo, como si quisiera decolonizar la zona o  talar con herramientas artístico-culturales los “inmaculados” y “representativos” iconos de la “verdadera” cultura dominicana y poner nuevas piedras que cimienten una humanidad más colorida, atrevidamente sincrética, desmembrando la exclusividad de la mitología azul hispanófila: ahí, y sólo entonces, estaremos ante las puertas de una fundación que –empecinada en su pacto meridiano con los menos favorecidos, pero también con quienes viven escarbando un verdadero progreso material y espiritual en nuestras convulsas sociedades– sigue altivamente su misión, prosigue su marcha cuasi sola, batiéndose día tras día en un nado de sobrevivencia económica, mientras continúa esperando que las aves cacareadoras, con su mega bocina oficial de la cultura, destilen cooperación y alianza con esta fundación de existencia íntegra, de probada ética.

Buena parte del legado invaluable de un artista visual de sensibilidad universal, de un ente que asumió el compromiso social con el arte de la solidaridad continuada en una dimensión nacional y en otra internacional –desde Santo Domingo a Vietnam, desde Panamá a Haití, desde Cuba a Nicaragua– trashuma, unas veces diurna otras veces nocturnal, como un fantasma estético y enriquecido en forma de murales, collage, esculturas, archivos gráficos y textuales, de minihistorias fascinantes sobre conspiraciones antidictatoriales, de correspondencias políticas, pero también de misivas de amor sublime y aguerrido, de documentos personales, de las enredaderas de una guerra civil y luego antiimperialista y de un trajinar con nombre de exilio. Cuatro décadas que envuelven arte, política, lucha y sociedad en una danza dramática unas veces, y venturosa en otras ocasiones.

El Taller Público Silvano Lora, vigilante y guardián voluntario del porvenir socio-cultural, fue imaginado y proyectado por el propio Silvano Lora Vicente antes de su caída final, adelantándose, en su antesala de lo inevitable, a crear un lugar para lo plural, para las manifestación de una estética comprometida con su pueblo, fuera del elitismo discriminador y conservador, por lo cual solicitó el empeño y  las fuerzas de los brazos de amigos y familiares para que levantaran su bandera artística libertadora –mitad rosa, mitad atarazana–, la que denuncia injusticias y anuncia nuevas alegrías por ganar, aún después de partir, sin  la  presencia de su espigada anatomía curtida, desgarbada y guerrera.

La Fundación Taller Público Silvano Lora (ubicada en la calle Arzobispo Meriño, 104, de la Zona Colonial) alberga un conjunto de documentos reveladores, registros de  exposiciones pictóricas, de performances, de los sábados poéticos de la calle El Conde, de las tertulias con diversas personalidades del mundo artístico-cultural, criollos y extranjeros. Pero, en lo más práctico y vivo del presente, apoya a artistas emergentes y/o desconocidos, asume la titánica tarea de mantener referenciado ese latente legado de lo que fue la Bienal Marginal en una vecina y materialmente empobrecida Santa Bárbara, una bienal erigida como un espacio alternativo y libre en donde podían manifestarse artistas marginados por los enredos del oficialismo, pero también para solidarizarse con los habitantes de esa barriada, a los que se les pretendía desalojar como una manera de ocultar el rostro del abandono, de escurrir la faz de la pobreza material, anestesiando al  turismo que visita la antigua metrópolis, y satisfaciendo a una petulancia dominicana que solo quiere ver y sentirse orgullosa de la herencia blanquecina, del semblante europeo y su “magia civilizadora”. 

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En ese mismo tenor de la Bienal Marginal, una nueva generación que dirige la Fundación ha desarrollado la iniciativa llamada Feria Marginal del Libro, interesantísima actividad cultural. Es un evento que brotó en 2019, una feria que ha sido, y seguirá siendo, un espacio alternativo, opcional a la Feria Internacional del Libro que se celebra en Santo Domingo, República Dominicana. Siendo el año 2020, en medio del confinamiento motivado por el Covid-19, se llevó a cabo –de forma virtual– la 2da Feria Marginal del Libro, enmarcada en el programa “Fogaraté: Tertuliando en red”, del Taller Público Silvano Lora, el Instituto Superior Pedro Francisco Bonó, y de Acento TV.  

El desafío más reciente fue el de montar, a fuerza de voluntad e ingenio atrevido, una 3ra Feria Marginal del Libro. Como última edición, fue llevada hasta la descendencia más reciente de un viejo asentamiento de esclavos, en Mata Los Indios, Villa Mella, territorio en donde se ubican Los Congos. En una unidad móvil o “platanera” de espíritu quijotesco y de megáfono surrealista se anunciaban libros, “más baratos… a 5 y a 10…”, como insumos para el espíritu, en vez de víveres para satisfacer al estómago, pregonando la lectura y el saber como medios liberadores. Feria pensada para trasladar un modesto, pero significativo aporte al asunto de la cultura, más allá del acostumbrado o tradicional perímetro citadino de las instituciones que funcionan como centros culturales, generalmente alejadas de la cotidianidad popular.  

Escribimos sobre una fundación que “se define como institución privada, sin fines de lucro, de servicio a la comunidad, que procura conservar y promover el legado artístico, revolucionario y cultural de Silvano Lora, por medio del impulso y apoyo a personas y proyectos de diversa naturaleza que contribuyan al desarrollo cultural de la sociedad dominicana, con especial atención a propuestas de carácter popular, alternativas, contestatarias y transformadoras. La Fundación contribuirá a crear espacios abiertos para la experimentación artística y cultural, que aporten al progreso espiritual y material del pueblo dominicano a través de expresiones creativas, genuinas y renovadoras. Y tendrá las siguientes características: es una organización de integración voluntaria, enfocada en la acción sociocultural y comunitaria. Es democrática, solidaria y abierta”.

La anterior definición trata explícitamente la esencia de su más profunda razón de ser como casa cultural, en la irrenunciable lucha por un mundo mejor. Este taller público, que funciona formalmente desde septiembre del 2009, en lo que fue una construcción del siglo XVII y restaurada para tal fin, ha tenido sus limitaciones, a pesar de todo el potencial que embarga. Esto debido a que, generalmente, como institución ha sido ignorada por los charlatanes de feria que flotan permanentemente en la politiquería dominicana y que manejan ministerios y presupuestos como una unidad antojadiza, caprichosa, bajo el manto de la escandalosa corruptela y el nepotismo, por lo que –en cuanto a intervenir en los proyectos culturales se refiere– se hace una inversión muy precaria hasta hoy día, frenando la locomotora de uno de los principales pilares para el avance de los pueblos: el quehacer cultural, el que abarca lo artístico, lo educativo, lo didáctico, lo instructivo, lo formativo, lo recreativo y lo pedagógico.

La Fundación Silvano Lora es como es, y a más de uno o una ha acudido, requiriendo de ayudas menudas como pequeñas burbujas de oxígeno, saltando de una actividad a otra, pero sin postrarse. Esta institución –atípica– del arte y la cultura seguirá siendo como es, en su esencia ya descrita, estando al lado de muchos y muchas, ofreciendo sus brazos solares, su capital intangible, aunque tenga que quitarse de la boca la poca comida que posee, para solidarizarse con las y los “nadies”, para transitar con quienes han peregrinado en la autopista social de la condena, que relega a una parte de la humanidad, en una doble vía, la discriminación y la indiferencia.

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Andrés Javier Chávez es Licenciado en Artes Publicitarias (UASD). Pendiente de tesis de la Maestría en Artes Visuales (UASD). Secretario de la Fundación Taller Público Silvano Lora.