Tan reciente como hace 15 años, el término “contenido” era escuchado sólo cuando las personas discutían cine a un nivel serio, y era puesto en contraste y medido contra la “forma.” Luego, gradualmente, fue usado más y más por las personas que tomaron el control de las compañías de medios, la mayoría de los cuales no saben nada sobre la historia de esta forma de arte, o ni siquiera les importa lo suficiente pensar que deberían saber. “Contenido” se convirtió en un término de negocio para todas las formas de imágenes en movimiento: una película de David Lean, un vídeo de un gato, un comercial para el Super Bowl, una secuela de superhéroes, un episodio de una serie. (Martin Scorsese) 1

Hace diez años me aventuré a escribir sobre cine. En ese momento sólo ideas desorganizadas se apilaban en un intento de blog personal. Con el hábito las cosas fueron mejorando y en uno de esos atrevidos intentos me aventuré a escribir un artículo en el que plasmé mis impresiones sobre lo que consideraba cine y lo que estaba del otro lado de esa línea imaginaria que separa al arte del mero producto comercial. 

Adiós al cine

La Delgada Línea Cine, titulé a aquel osado acercamiento a un tema tan complejo. Mirando atrás aquello no fue ni siquiera tocar la superficie de una tendencia que hoy día es la realidad que rige la industria. Eso de tener un grupo de personas tomando decisiones que van a afectar lo que llega a la pantalla y lo que se sirve a las audiencias no es cosa nueva. Desde que la industria comenzó a dar sus primeros pasos ya teníamos a los Goldwyn, a los Mayer, a los Zukor, a los Laemmle, tirando de los hilos y estableciendo las reglas del juego. Por aquellos años el “star system” era parte esencial de la fórmula, la energía se enfocaba en desarrollar figuras sin reparar en el talento. La idea era fabricar un nombre y luego salir a vender cualquier cosa usando esa marca. Y claro, me enfoco en la industria de Hollywood porque es la que más ha influenciado en el mainstream de la comercialización y ha sentado los parámetros sobre los cuales otras industrias se han desarrollado. 

El maestro Martin Scorsese lo ha descrito de una manera más precisa y contundente. En su más reciente ensayo para la edición de marzo 2021 de la revista Harper, el hombre de Taxi Driver (1976), hace una apología a uno de sus directores favoritos. “Il Maestro Federico Fellini y la magia perdida del cine”, es una mirada al cine de uno de los directores más importantes y a la vez un llamado de atención ante la voracidad de los distribuidores de contenido audiovisual. Entre sus líneas Scorsese hace referencia a como las plataformas digitales han venido a reemplazar la experiencia de ir al cine y como los famosos algoritmos basan sus sugerencias en lo que los usuarios ya han visto enfocándose principalmente en los géneros. En sus propias palabras, aun cuando estos medios han facilitado el camino a la distribución para muchos cineastas, la víctima de esta guerra es el arte. Ya no hay espacio para los curadores que depuran cintas y ofrecen verdadero cine, ese espacio ha sido ocupado por una súper computadora que decide cual “contenido” tiene mejores probabilidades de ser visto. 

Federico Fellini

Lo que el Covid se llevó

La pandemia vapuleó la economía mundial y puso de rodillas a muchas industrias. Las salas de cine fueron perjudicadas de forma mayúscula, primero con el cierre obligatorio y segundo con la movida de los grandes estudios de llevar su contenido a las góndolas digitales incluso sin haber estrenado en una sala tradicional. Usando como escudo el desajuste mundial creado por el COVID-19 los dueños del negocio hicieron una movida que tenía años gestándose. Estrenar una película directamente en formato digital y ahorrarse el proceso y la logística que conlleva abrir cualquier título en salas de cine a nivel mundial. Desde la entrada a juego de figuras como Netflix y Amazon este era un formato que venían probando con producciones menos ambiciosas. Para los grandes blockbusters el eslabón salas seguía representando el ingreso más sustancioso. El camino al esquema híbrido entre los medios tradicionales y los medios digitales se vislumbraba más largo y ancho. Pero la condena de unos es la salvación de otros, al menos eso dicen, y con los proyectores de los teatros apagados, los televisores, monitores de computadoras y pantallas de los teléfonos móviles, se convirtieron en el único medio donde los productores podían estrenar sus filmes. 

Las salas ya comienzan a reabrir, pero el futuro de la distribución no está tan claro y su supervivencia no está para nada garantizada. El juego ha cambiado dramáticamente y las reglas aún no están claras. Lo que sí es evidente es que en esta nueva dinámica el “contenido” es el rey y se confundirá cualquier imagen en movimiento con cine. Siempre ha sido un desafío que el cine de autor o las películas que se inclinan más por el arte encuentren un espacio en el entramado moderno de distribución, más ahora cuando lo que más se aprecia es la forma y no el fondo.

Scorsese vs Marvel 

Pareciera que ese chasquido de dedos maldito con el que el vil Thanos extinguió a la mitad de la humanidad también se llevó a las ganas de ver cine de verdad. Basta con ver las famosas tendencias que ofrecen plataformas como Netflix donde nunca encontraremos ni por asomo algún título que no cumpla con las condiciones de los indicadores comerciales. En mi región (Canadá) el gigante del streaming ha agregado un buen número de películas de Chaplin y de Truffaut, pero me costó una investigación más exhaustiva que las que hiciera Sherlock Holmes para dar con El Chico (1921) o con Los 400 golpes (1959). Los algoritmos sólo recogen géneros y sugerencias por lo que un usuario ya ha visto, sin importar ni diferenciar entre series, programas de especialidades o películas. Mucho menos se hará una correlación entre un director y las obras que lo influenciaron o títulos que estuvieron en los mismos festivales de cine que su película visitó. 

Cuando Scorsese estrenó El Irlandés (2019) con una duración de 3 horas y 29 minutos, las quejas no se hicieron esperar. La película resultó “demasiado larga” para las nuevas legiones de consumidores. Los productores habían negociado los derechos de distribución con Netflix y el público comenzó a inventar estrategias para ver el filme por capítulos en varios visionados. ¿Serán esos los mismos que esperaban con ansias la versión de Zack Snyder de La Liga de la Justicia? Para seguro de una sentada darse 4 horas y 2 minutos de sujetos enfundados en trajes salvando el mundo en medio de un carnaval de efectos especiales. 

El contenido es el Leviatán moderno y las llamas que salen de su boca han borrado la delgada línea cine. Al son de productos creados desde un esquema de negocios, el espectador ha quedado reducido a un par de ojos a los que hay que seducir en una puja por ganar descargas o reproducciones. La paleta de colores con la que los artistas pintan su lienzo y en el proceso vierten sus ideas, narran, acusan, se ilusionan y se atreven, ha quedado reservada para unos pocos. Tal vez siempre ha sido así y ahora el efecto se magnifica por la entrada a juego de la tecnología para distribuir películas de manera directa a cada individuo sin la necesidad de una sala de cine. Si bien este nuevo sistema que parece nivelar el juego “democratizando” los formatos de distribución, la realidad es que en esta nueva etapa el poder está más concentrado que nunca en unos pocos y ellos con sus algoritmos son los que deciden que se va a brindar en esos anaqueles digitales.

Nota:

1. Scorsese, Martin. “Il Maestro Federico Fellini and the lost magic of cinema” En: https://harpers.org/archive/2021/03/il-maestro-federico-fellini-martin-scorsese/ Marzo 2021.

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Hugo Pagán Soto es mercadólogo de profesión cinéfilo por pasión. Director del la Distribuidora Internacional de Películas de 2015 a 2018 y Coordinador de Relaciones Públicas de la Cinemateca Dominicana en 2015.

En portada: Martin Scorsese.