A Veloz Maggiolo parece fascinarle situarse en el ámbito del protonovelar. Me lo imagino, yo, su lector, convenciéndose de que, después de todo, una vez concluido el proyecto poético, una vez impresa en la página la cifra del folio lapidario, se ha de pasar a una posición verdaderamente incómoda: la del novelista consumado. Él prefiere, qué duda cabe, no rebasar las fronteras de lo puramente lúdico, de lo estrictamente demiúrgico, aquel espacio abierto en el que lo importante es la intención novelable, la tensión creativa, el reto despierto de la palabra y no precisamente la obra como consumación de lo real-imaginario. De tal suerte, pues y que yo conozca -por una u otra razón-, protonovelas son De abril en adelante (1975), Los ángeles de hueso (1967), aunque debajo del título aparece, más bien, la palabra novela, y Materia Prima (1988).

Si bien es, sobre todo, en De abril en adelante y en Materia Prima donde parte esencial de la trama narrativa se centra en la cuestión teórica y fáctica del discurso narrativo mismo, no es menos acertado considerar que también en Los ángeles de hueso hay un importante reto de naturaleza similar, aunque en este caso, relegado a un plano de latencia estratégico-discursiva. Sin embargo, en la trilogía es evidente, muy evidente la cuestión del trauma típico en la caracterización de Veloz Maggiolo y por el cual deliran sus personajes en un desconocimiento de los límites entre la realidad y la ficción. ¿Personajes o personas? Esa es la cuestión. Ese es el dilema. Y esta problemática disyuntiva se va a extender a otros órdenes, como por ejemplo, el de la relación entre la realidad histórico-social, empírica y la atmósfera novelística; o bien, la relación entre el dato biográfico y el personaje inventado; además, la particularidad en la relación axial entre el tiempo -esa no cosa que Newton llamaba entidad medible, y que Kant prefirió llamar forma pura de intuición sensible o principio a priori de sensibilidad-, ese tiempo que nos corroe la vida y el tiempo ya propio del fenómeno de novelación. Son, pues, estos algunos de los denominadores comunes y muy singulares en la escritura protonovelística de Veloz Maggiolo.

Aunque todavía muy circunscrito a la ya superada y manida teoría de los géneros literarios, Ortega y Gasset dijo en 1914, algo que frente a lo que intento en este momento, tiene particular importancia. Dijo que novela y épica son justamente lo contrario. Y ello así en función de que los objetos épicos además de extraños, son incorruptibles, están muertos. “El pasado épico no es nuestro pasado”, llega a decir Ortega (ver Meditaciones del Quijote, Ed. Cátedra, p.88 y ss.). Y en ese principio orteguiano de irreductibilidad entre lo épico y la novela, se transparenta toda una teoría de la novela misma- y claro está, de la épica- tendente a destacar en ella la actualidad como su materia prima. En ese sentido, la novela debe novelar la actualidad: la protonovela, protonovelarla. Pero, ¿sucede acaso algo semejante con la pretensiosamente llamada novela dominicana? Yo no me atrevería jamás a referirme a “la novela dominicana”, porque, entre otras razones, me parece un asunto demasiado general -casi vago- dentro de lo particular; demasiado mayúsculo, presuntuosamente mayúsculo dentro de lo minúsculo.

Ahora bien, lo que sí creo posible es desmontar algunos problemas, vale decir, una contradicción, respecto del modo en que la más reciente protonovela de Marcio Veloz Maggiolo, Materia Prima, galardonada con el Premio Nacional 1988, se comporta frente a la tesis orteguiana que asumo con todo riesgo. Se trata, más bien, de enfocar la cuestión de la relación entre obra literaria e historia. Sí, eso que visto con la mirada del lenguaje, materia prima del hecho literario, se me antoja, de momento, llamar el cerco infranqueable del pasado para muchas de las pocas novelas que se escriben en nuestro país.

Marcio Veloz Maggiolo y Juan Bosch en Benidorm, 1969.

Téngase bien claro que actualidad, ésa que con Ortega reclamo para la novela, es una noción que no se reduce a la movilidad del presente, a lo contemporáneo. No. ¿Acaso es acertado negar la actualidad de una obra como Don Quijote de La Mancha? En absoluto. Y es que en este marco actualidad es un fenómeno propio del carácter de la lengua empleada en la obra literaria. La lengua es, aún mas allá de aquello que justifica la historia y la cultura, el fundamento de concreción por el que ambas se transparentan y son.

En Materia Prima, el problema de la actualidad se puede rastrear a partir de las contradicciones que la determinan como obra literaria. A saber, estrategia estético-discursiva en oposición al dato biográfico, al documento histórico, a la realidad empírica, en fin. Por otra parte, la natural soberanía del discurso poético, ficticio en oposición a la entronización de un yo atrapado en la vida civil, un yo que se resiste a su otredad. Y por último, en un modo más o menos abarcador, la situación de horcajaduras que presenta el reto – muy de preferencia de Veloz Maggiolo- del experimento verbal frente a la literatura documental o cuasi historiografía tradicional.

Viendo un poco en el nervio tenemos esto: “Tú que eres escritor; tú que tienes el divino don de la palabra, y que eres capaz de convertir el trueno en gramática, por qué no escoges tu barrio y narras la vida rítmica de esos últimos años, en los cuales las relaciones de poder cambiaron …?” (p.17). Así se dirige mediante epístola Papiro a Persio, delimitando claramente cierta estrategia de discurso. Pero otra estrategia es esta: “Nuestros vecinos eran viejos residentes del sector. Algunos recordaban la parcelación de 1907, cuando Ibarra, acompañado del entonces presidente Ramón Cáceres…” (p. 71). Pero, aún otra estrategia se configura así: “Te escribo estas líneas simples porque los capítulos iniciales que me envías y que Persio te ha enviado a su vez, me presentan como casi un delincuente” (p. 89). Y todavía otra: “Mi querido Persio, como ves la historia del mundo es la de Villa Francisca. Todo el pasado de la humanidad se entremezcla con el pasado de nuestro barrio” (p. 119). Más aún: “- Le prometo no escribir sobre estas cosas. Usaré sus relatos como materia prima, como documento para desde allí escoger escenas”(p. 131). Otra muestra es: “El proyecto gubernamental alcanzaba y cortaba no sólo Villa Francisca, sino el ancestral barrio de San Carlos… Camarógrafos de la televisión ligados al canal 13 me pidieron mi opinión para un programa denominado Soluciones…” (p.142). Finalmente: “Escribiría una novela y este sería más o menos el argumento: Un diplomático que regresa de uno de sus tantos viajes” (p. 173 y ss.). Como puede apreciarse a simple vista, hay en cada tipo de discurso un aspecto que al relacionarlo con los demás, produce figuración de todo un espacio mundanizado, novela en sí mismo, atmósfera o universo con vida propia, que para los fines del autor Veloz Maggiolo, sencillamente hay que organizar como libro-objeto para tener una protonovela. He ahí el núcleo estético del asunto.

Una intención así, no obstante, debió dar la lección de autosuficiencia del espacio poético, novelístico o protonovelístico -porque la protonovela debe resultar novela sobre la novelación misma- por sobre la historia documental, por sobre la vida civil, por sobre la representación de la historia como vicio literario. En Materia Prima la ficción ha sido desafiada, retada por la historia de la actualidad capitalina, esa actualidad del Plan Indicativo de la Zona Norte de Santo Domingo. He ahí lo aborrecible real. He ahí lo trágico del factum. He ahí la desgracia socio-económica y cultural. Pero ello es, sin duda, materia prima para todo un conjunto, un infinito o abierto entramado de saberes específicos a los cuales no se atiene el pensamiento lúdico, poético, literario. La mirada narratoria, la función simbolizante de la conciencia estética tiene, por naturaleza y por principio, tiene (y no sólo debe) que superar y transgredir, al tiempo que integrar y subvertir todas aquellas particulares formas de saber-poder, de teorización de la realidad. Ni el saber arqueológico ni la vasta formación humanístico-clásica, tampoco la formación periodística o el documento como tal han sido transmutados en auténticos elementos de un mundo ficticio, libre de la pesadumbre de lo civil por evidente. La fisura viene dada por una fijación en la historia referencial, documental, en detrimento de la autonomía poética. La invención pasó a ser sierva de la memoria. El recuerdo suplantó e inhabilitó en gran medida la imaginación.

He aquí el cerco aparentemente infranqueable que tiende el pasado sobre nuestra novela. Una novela -digo no sólo Materia Prima, sino también otras tantas- que parece deleitarse en el movedizo, gelatinoso terreno del pasado. Un pasado que se torna, aunque parezca exagerado, casi melodramático. Queda ese pasado novelado, exento de la siempre necesaria dosis de desgarramiento sobre el que descansa la actualidad de la obra. Actualidad fundada, a su vez, en la preeminencia de la probabilidad de la lengua en todas sus implicaciones, como el sentido ulterior de la obra literaria. Actualidad contentiva de una realidad -la que se funda con la creación poética misma- que antes que conciencia del pasado como presunta trascendencia es, más bien, afirmación radical de lo patente, que no es lo evidente. Un desafío así es superado en la obra en cuestión. Otra novela digna de emulación en este sentido lo es Sólo cenizas hallarás (bolero) de Pedro Vergés. Pero por qué hablábamos al principio de una contradicción en Materia Prima, es algo de lo cual debo, por el momento esbozar y no más, una salida. Por esto. Porque en esta obra, en esta protonovela, si bien asoma de nuevo el fantasma del cerco aparentemente infranqueable del pasado, no es menos cierto que contiene ella misma como un notable logro, la posibilidad de fulminar, de enterrar, de aniquilar el efecto reactivo de la épica vuelta atrás como única alternativa de configuración de un auténtico discurso narrativo. Y es que de tanto dolernos de aquello que no fuimos, y en el mejor de los casos, de lo que estuvimos a punto de ser o quizá fuimos efímeramente, seguimos corriendo el riesgo de no llegar a ser jamás. En Materia Prima, se vislumbra, pues esa necesidad, esa posibilidad de transmutación.

(Texto contenido en el volumen Ética del poeta. Escritos sobre literatura y arte, Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1997).

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José Mármol es Premio Nacional de Literatura 2013. Autor de Yo, la isla dividida (Visor, 2019).