Han sido las revistas literarias como el fuego alrededor del cual se juntan los creadores, los escritores que cifran el mundo a través del lenguaje literario que se renueva y expande. La fina inferencia del ensayo, la fuerza de las circunstancias dramáticas del teatro, los poderosos recursos narrativos del cuento y la novela, la espléndida abstracción simbólica de la poesía. El nuevo y ardiente significado de estos elementos, renacidos, renombrados, que el ámbito de la revista cultural acoge y nutre de potencias vitales y estéticas. 

Estos elementos han provenido de la tradición y ahora asoman las narices al futuro para que la recreación del mundo a través de las palabras jamás se oscurezca, jamás corra el peligro de volverse inerte o prisionera de conciencias avaras o envilecidas. La creación literaria es libertad y piel sensitiva de los seres humanos y las naciones, en cada hito, en cada época, y la revista literaria la hace posible y la salvaguarda.    

Con frecuencia hay además la correspondencia del color y la forma de la pintura. O de la singladura de la escritura musical. O de los capiteles y las columnatas de la arquitectura. Todo vibra y refleja la luz y la lluvia de los días. Ocasión que reúne y combina las fuerzas creadoras, la revista de literatura es señal de la forma en que los creadores padecen y desafían el tiempo. Ya lo dijimos, todos acuden convocados por el fuego y se miran los rostros en que las llamas reverberan y saltan buscando los ojos y las manos creadoras.

Si quisiéramos saber cuál era la sensibilidad, cuál era la tesitura sensitiva y expresiva de una época, sabemos que las revistas literarias nos lo revelan. La renovación de la poesía anglosajona, el Imaginismo, Ezra Pound, el enlace secular con W B Yeats, todo alrededor de la revista The Criterion y la severa observación de T S Eliot. Las publicaciones de los Surrealistas franceses con Breton al frente, con dibujos de Apollinare, decorados de Cocteau, la pintura de Picasso y Braque, y más poesía aún con Paul Eluard y Louis Aragon. La revista Litoral, tan del corazón de los primeros años del grupo poético de 1927, con dibujos de Lorca, Alberti y Dali, y los primeros poemas de muchos de aquellos poetas que fueron casi un segundo siglo de oro de las letras españolas, bajo la dirección de Manuel Altolaguirre, Emilio Prados y José María Hinojosa, y la cercanía obsesionante del mar y la luz de Málaga y Andalucía toda. La lírica cubana en la revista Orígenes, mediando el siglo pasado, con poemas y textos ya antológicos de Lezama Lima, Gastón Baquero, Eliseo Diego, Cintio Vitier y Fina García Marruz, entre otros. En México, Octavio Paz y revistas como Plural y Vuelta que a partir del relente de figuras enormes como Ramón López Velarde y Alfonso Reyes, recogieron todo el siglo XX y los movimientos literarios de vanguardia, empezando con la generación de Los Contemporáneos y autores como Pellicer, Villaurrutia, Gorostiza y Cuesta, y llegando hasta las últimas décadas del 1900. En el sur cardinal hallamos a las hermanas Ocampo, Victoria y Silvina, y la revista Sur, alrededor de la cual se congregarían figuras como Borges y Bioy Casares, nada menos, con lectores fieles y vigilantes en toda América y España. 

En fin. Son miles, estas, algunas de las que recuerdo ahora sin tener que mirar las enciclopedias o el Internet. En Colombia las ha habido y muchas y magníficas. Entre las más notables está Mito, que congregó a poetas como Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Aurelio Arturo y Álvaro Mutis, y dio cuenta de la mejor literatura que se estaba produciendo en el país y en Estados Unidos y Europa. Golpe de Dados, bellísima revista de poesía que fundara quien es acaso el mayor poeta colombiano de los últimos 50 años, Mario Rivero, y que estuvo viva durante 40 años, lo que es mucho decir tratándose de una revista de poesía. 

Y muchas otras, todas de un tono renovador siempre y con un despliegue inmenso de recursos gráficos y editoriales. Se me caen de los labios nombres que quiero mucho como Voces, Número, Gradiva, Eco, Aquarimantima, Deshora, Gaceta, El Malpensante, Huellas, Vía 40. Además, en Colombia como en muchos otros países, las revistas literarias de los periódicos han tenido siempre mucha fuerza, muchos lectores, y enorme calidad. Y han sido el escenario para renovar la literatura y fortalecer y democratizar la cultura.      

Son muchas, han sido muchas en todo el mundo, en todos los tiempos. Las revistas literarias van a ser en el mañana una especie de National Geographic de la literatura. Allí está toda la información, todo el gusto, toda la sensibilidad, todas las luchas de cada generación en materia literaria, estética, social, moral y humana. Son y han sido documentos indestructibles. Como los libros bellos, son indestructibles. No hay tiranuelo de turno, como diría Cortázar, que las pueda dañar o hacerlas olvidar. No hay. Nunca lo habrá.                             

Desde hace unos años, finalmente, tenemos las revistas virtuales, como nuestra Plenamar que hoy nos convoca. La fuerza que eso le ha dado a la literatura, a la creación, a la lectura y a la cultura toda, todavía no ha sido medida. Pero ya sabemos que es prodigiosa y que nos ha llenado de esperanza nuevamente.    

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Gonzalo Mallarino es autor de varios libros de poesía y de 7 novelas, de las que hace parte su célebre Trilogía Bogotá. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas.