Los niños se parecen a los poetas. Mejor dicho, los poetas se parecen a los niños, porque los párvulos son todos poetas. Luis Reynaldo Pérez fue niño y es un poeta. Mejor dicho, Luis Reynaldo es un niño, por eso es poeta. Él mismo lo declara en su dedicatoria del libro Cuaderno de animales: «A todos los niños del mundo y en ellos, al niño que fui, que soy».

El poeta abre sus ojos para una mirada contemplativa. El niño abre su boca para un gesto de asombro. Se confirma que la capacidad de asombro es directamente proporcional a la capacidad de observación. Niño-poeta, asombro-contemplación… Del fruto de estas mezclas brotó Cuaderno de animales, un libro-álbum que describe, traza, diseña y narra un desfile de animales, usando la brevedad de los poemas haikus, de la tradición japonesa.

En su forma, los haikus son considerados por algunos como los poemas más pequeños del mundo, por su estructura de tres versos alineados en 5-7-5 sílabas. Esto puede ser discutible. No falta quien alega que un poema puede ser este: «¡Oh!», o quizás este otro: «.», También hay quien afirma que el poema más corto podría ser la propia página totalmente en blanco, sin ruidos de palabras… Lo que no me parece discutible es la belleza de este libro.

En mi caso, ya había tenido la oportunidad de saborear el emblemático Zoológico de greguerías, de Ramón Gómez de la Serna; el Zoo loco, de María Elena Walsh; el ¿Por qué los pájaros azules azules no comen hormigas?, de Jairo Aníbal Niño; también las obras locales de César Sánchez Beras y su Juego de asombro, y Animal armonía de Ángela Hernández y Taína Almodóvar. En este último se habla de poesía visual. Es en esa misma línea que se coloca el Cuaderno de animales.

Luis Reynaldo, un caribeño adaptando una vía japonesa de versificar, presenta cincuenta animales desde su mirada peculiar de mostrar la realidad de cada uno. Y para él no hay ninguna realidad de los animales que no merezca transformarse en poesía, pues hasta en lo más ínfimo encuentra belleza. Cuestión de miradas. Cada haiku, a su vez, es acompañado de una ilustración de la artista dominicana Ilka Marra. El haiku, por sí solo, ya es una imagen sólida. Al añadirle el arte de Ilka, se adquiere el «plus» de visualizar lo que el texto aparentemente «no dice», pero que la artista atina a «leer».

El libro tiene un acento lúdico. Con mis hijos pequeños hemos jugado a las adivinanzas: les leo el haiku sin mostrarles la ilustración, y ellos participan nombrando el animal que les sugiere lo escuchado. Puede que no haya formado parte de las intenciones del autor al crear este libro, pero la publicación se presta para atrapar la atención de los pequeños con el arte de las adivinanzas. Algunas son más sencillas de adivinar: 

Deambulando
como piedra viajera
tu casa llevas.
(Tortuga)


Otras nos invitan a afinar la intuición para acertar:


¡Qué paciencia has
de tener para ir a
comprar zapatos!
(Ciempiés)

Además, la inclusión del nombre científico de cada animal le agrega más carga estética al poemario. Particularmente, leer esos nombres uno tras otro me produjo la misma sensación de estupor que experimento cuando leo una poesía que me engancha:

Lampyris noctiluca
Canga saltarinus
Aptenodytes forsteri
Giraffa camelopardaris
Apis mellifera
(…)

Celebro, pues, la complicidad de los haikus del poeta con las ilustraciones de la artista. El fruto de esta mezcla es un camino que nos invita a observar bien lo que abarque nuestra mirada, dejarnos emocionar por lo contemplado y encontrar palabras que, al combinarlas en versos, transmitan la belleza del momento. A partir de entonces, no veremos a los animales como solíamos, sino con otra visión, otra emoción y puede que incluso otro amor. Ya sospechaba yo que la belleza que salva al mundo es triple A: asombro, arte y amor.

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Yuan Fuei Liao es autor de literatura infantil, miembro del equipo coordinador de IBBY República Dominicana.

Ilustración de portada: Ilka Marra