Caracola

Mi impronta de Víctor Victor ocurrió en el primer lustro de la década de los 70 durante cuatro conciertos legendarios del Grupo Experimental Nueva Forma: “Chile Vive”, “Canciones Para Una Isla Nueva”, “Junio Es Primavera” y “Neruda: Raíz y Geografía”. Además de Víctor Victor, ese colectivo lo integraban Luis Tomás Oviedo, Sonia Silvestre, Claudio Cohén y un amplio personal de apoyo. 

Existen pocos motivos de desasosiego sostenido como un exilio con memoria, y una de las mejores formas de resistencia a ese desarraigo es la música.  En ese sentido, las canciones de Víctor Victor han constituido para mí un paliativo esencial de la nostalgia. Su voz siempre me ha desatado una sensación inefable de pertenencia y de asignaturas pendientes. Por eso le estaré siempre agradecido.

La obra musical de Víctor Victor puede dividirse en tres fases, que, como toda actividad humana, han obedecido a circunstancias personales y sociales.  

El primer momento lo constituye el bolero. Nuestro cantautor crece en un ambiente pueblerino, específicamente en el barrio Los Pepines de Santiago de los Caballeros de los años 50 y principios de los 60. Allí, su primer contacto con la música le llega a través de su padre, quien era guitarrista. El ambiente musical, dominado por la radio, estaba saturado de boleros, sones y rancheras. Por consiguiente, no fue casual que sus dos primeras y exitosas composiciones fueran boleros.

La segunda etapa es, sin lugar a duda, la que más define la gran humanidad que caracterizaba a Víctor Victor. En el punto álgido de la abominable represión de los doce años de Balaguer y en el contexto de la Guerra Fría, decide desprenderse de la incipiente fama y oportunidad que le reportaba la comercialización de aquellos boleros y se abraza a la lucha revolucionaria a través de los Comités Revolucionarios Camilo Torres (CORECATO). Es en este período cuando forma parte destacada del movimiento de la Nueva Canción dominicana, asumiendo la canción social como principal actividad artística. Primero en el grupo Nueva Forma. Luego en un dúo inolvidable con Sonia Silvestre (de quien fuera responsable político dentro de los CORECATO), y más tarde con el grupo Flamboyán liderado por el fino arreglista Jochy Sánchez.  

La tercera fase empieza entrados los años 80, luego que pasara a militar en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Víctor Victor abandona las canciones sociales, pues entiende que no le tocaba a él componer temas de protesta mientras participaba directamente en los asuntos culturales de los gobiernos del PLD. Es a partir de entonces cuando, bajo la influencia del entrañable Luis Días, empieza a incursionar en la bachata.  

A simple vista y por las letras de corte romántico, como es la tradición de la bachata, parecería que el arte de Víctor Victor se estaba alejando de lo social. No es el caso, pues es harto conocido que la “bachata madre” de los años 60 es un género musical que surge (como toda música popular influyente: blues, jazz, rock, son, tango, etc.) con la actividad autodidacta de músicos de la marginalidad, lejos de la academia.  Con la bachata, Víctor Victor se sintió como pez en el agua. Además de encantarle el género, en lo social le permitió agradecer a la trabajadora doméstica de su casa por haberlo introducido a la entonces llamada “canción de amargue”, precursora de la bachata. En segundo lugar, reivindicó a los bachateros de la base exigiendo su reconocimiento como los creadores del género, sus auténticos exponentes, y los responsables de su inserción en las masas populares. Finalmente, junto a dos de nuestros mejores músicos y arreglistas (Manuel Tejada y Juan Francisco Ordóñez), creó una vertiente de bachata que supuso su aceptación en el resto de la sociedad y su internacionalización hasta ser declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.  

Hoy asistimos a la caída a destiempo de un gran cantautor y un promotor cultural incansable, pero sobre todo de un ser humano y dominicano imprescindible. Se nos fue su voz prospectiva como consecuencia de una pandemia desenfrenada por el desorden que impone el desdén a las causas que él defendía. Pero, nos quedan su ejemplo, sus canciones y el veneno de los sueños que nos inoculó su arte.

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Como tú, una flor (Confusión)
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El Camino de los Amantes (La Casita)
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La Canción Debe Ser
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No fue en vano
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Con el ejemplo
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Se supone
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Vale más
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La democracia
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Marcha del hombre popular
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El Tigre
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Solo bachata
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Así es mi amor
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Ando buscando un amor
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Nubecita
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Nuevo amor

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J.R. Mateo-Contreras es médico.