A Loraine Ferrand

1

Porque nada sé 

parecido a mi sed

donde empiezo a mentir.

Sí, mentir acaso.

Acaso no es esa toda 

mi realidad, mi realidad.

Por pensar miento. 

Por no hacerlo.

Por encender la luz. 

Por apagarla.

Por ser Adán.         

Por no serlo.

Por prestar atención,

por prestarla más 

de la cuenta.

Por estar arriba. 

Por estar abajo.

Yo, el de la luna 

y el agua,

El del bajo vientre.

El separado, 

el olvidado.

Amado, odiado.

El de sin rostro,

con el rostro.

El del sin cuerpo,

sin cuerpo.

A oscuras maldecido, yo.

Yo, en la luz 

dándome cuenta,

sin darme cuenta.

El que calle con la 

mirada dándome,

sin darme cuenta.

Que hable con la 

mirada, hablo.

Que calle con la 

mirada, callo.

No hablo. Sonrío. 

No sonrío.

                  Desnudo.         

                                 Vestido

Al ras del agua.

Poseso. 

Desvelado entre 

las velas encendidas,

posibilitando. 

                 Disponible. 

Imposibilitado.

Miradas van y miradas 

vienen, y que calle oigo. 

Y, que no mire mirando.

Ahora que anochece.

2

Soñado por las manos.

Esas oscuras manos dilatadas

por la espuma de jabón,

por la de la boca

y un niño en el deseo de vomitar,

que no oigo sino a mi propio yo

cansado, amanecido, baboso.

Oye que no oiga.

Miro cuerdas 

templadas en mis ojos

tendidos de ropas mojadas, 

de secos e indefinidos espejos.

Yo, el de las mariposas,

de las de las libélulas 

de agua posada, anegado.

Yo, tijera en mano 

y el color de mi

esperanza balbuceando 

nombres olvidados, 

ausente, torcidos.

3

Tocándome los cabellos soy,

cabeza de Medusa, 

ojos desorbitados, coloreados

de música que afuera 

me desnuda, me tiembla 

encima ojo a ojo, olor a olor,

tacto a tacto y, la palabra 

viene de la noche como 

una marea de sangre tibia

de ahorcados bajo la luna,

bajo la noche separada 

                pecaminosa.

Osa mayor de mi sexo.

Osa menor de mis días.

4

Tocándome

soy todas las bombillas 

encendidas de las calles, 

del patio, de la luna, del agua.

Dormido, el relámpago.

Soy todas las bombillas 

encendidas de la casa.

Desnudo me parezco a nadie

pasando de un sueño a otro 

y así eterno, dolido, despedazado. 

Corriendo sin correr.

De pie y sentado bajo arena 

y agua bajo sangre y sangre 

de animales muertos.

5

Viajero inmóvil color blanco.

Color negro y amarillo bajo 

la lengua de diez gotas y el cielo 

de la boca en vía de estallar, 

y yo despierto casi nada. 

                   Nada de mí.

Quebrado,

cruzando un puente,

con los brazos abiertos, 

imaginándome

descalzo, dormido y herido.

6

Oh, este olor a velas encendidas y a

colibríes descuartizados por el olor

de parecerse a mí en todo lo que ha

de ser enderezado por la memoria.

Oh, este olor a música que el polvo

aúpa, somete y tuerce en rostros,

en pechos, en vientres, en sexos

de hembra parida y agonizante.

De mí mismo y de mi ropa que es

luz y sombra de mi espejo cenizo,

de mi palabra sin mi consentimiento: 

hembras temblorosas que caminan sobre

aguas caídas durante la noche de otros.

7

Oh, este tocar 

de velas encendidas 

bajo agua, bajo caídas. 

Irremediablemente hincadas 

en pena de polvo de maldito.

Yo, desnudo 

y posibilitando la palabra

yo a todas las sombras

de mujeres muertas,

por mi causa perdida.

Porque sólo son palabras

colgadas oscuras de mi 

lengua, de mi descenso 

resbaloso y a poco.

8

Sí, yo, el nombrado

oscuro, oscuro, oscuro,

oscuro, oscuro, oscuro.

Oscuro.

Oh sí, nombrado

como para no ser alcanzado 

por la memoria de las velas 

                        [encendidas.

Y yo

Paso   

         Paso   

                 Paso

                          Paso   

                                  Paso   

                                          Paso.

Paso,

¿Y es verdad que paso

mirando la altura 

de mis caídas numeradas?

10

Al sol,

el mediodía de agua estancada.

Que no hable.

Sobre sombras descuartizadas

llueve cuerdas extendidas.

Ojos al sol,

muñecos y velas encendidas

por almas parturientas.

_____

Amable Mejía es poeta y narrador. Doctor en derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Autor de El amor y la baratija, El otro cielo y Primavera sin premura, novela.