Subieron el cadáver de la muchacha a la ambulancia y partieron dejando tras de sí los destrozos del accidente aún encendidos sobre la carretera. Las luces del vehículo a veces descansaban sobre las montañas.

—¡Qué bonita muchacha! —exclamó el conductor.

—Sí, muy bonita —asintió el paramédico.

—¡Oye, y está calentita!

—Sí, como si estuviera viva.

—Qué tal si lo hacemos —propuso el chofer.

La ambulancia se detuvo. La sirena continuó unos segundos hasta ahogarse. 

Los hombres entraron a la parte trasera.

La señal

Abdulla Salam subsistía, junto a su familia, gracias a la comercialización de dátiles. Cuando la producción mermó a causa de la guerra del Golfo, Abdulla, desde el alféizar de la ventana, pidió con fervor a Alá una señal en ese cielo que bañaba con sus estrellas las arenas del desierto. Cuando divisó una luz que bajaba del cenit, sus camellos temblaron, y Abdulla cerró sus ojos agradecido.

Por otro lado, en la zona enemiga, un soldado de artillería de los Estados Unidos reportó a su superior que uno de los misiles se había desviado hacia el desierto.

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José Acosta (dei sitio). Poeta, cuentista, novelista, etcéteras de diez puntos suspensivos. 

Imagen de portada: Jimmy Valdez Osaku