Siempre me ha parecido el paradigma de la imbecilidad y la superficialidad el tema de los influencers de Instagram, y particularmente el que más conozco: el de RD. Son el pico más alto de lo inane, vacío, aburrido y estúpido. En esta pandemia lo han demostrado con creces. No tienen nada que decir ni que aportar, que vaya más allá de recetas, “potes poderosos” que “marcan la diferencia”, tareas con los niños colados en sus fotos como café, fashion bloggers sin sitio donde lucir sus tendencias, mercadología y podcast del ocaso de los mercados, platos con sus cenas y sus vinos en medio de la miseria global, y hasta discursillos autoayudantes de la necrocultura light. Algunos, además de vivir del cuento o ser “emprendedores”, y de lo que las empresas que promueven les regalan, para llegar a los miles de likes pagan para que los veamos obligados por Instagram, con sus textillos que son lugares comunes y sus vestiditos de diseñador y peinaditos de cuarentena. Los influencers (me encanta la parodia que hace Residente de ellos) son una plaga con carga literalmente viral, anterior al covid19. Son el epítome del oportunismo en un otro tipo de farándula: una que crea, como alguna vez lo hicieron las estrellas del show business (pero sin magia) la ilusión, la sensación de irrealidad de sus aparentes perfectas vidas, que no son más que una ficción barata y asequible a todo el que tenga un smart phone en las manos. De ese virus me he curado en salud no siguiéndolos, y para no mezclarme en ese tollo, he dejado mi Instagram cerrado. Pero ahora han llegado al colmo de su hambre cobrando para promover el uso de mascarillas (trendy/fashion/mascarillas en muchos casos), cual políticos viejos necrofílicos en medio de la desgracia mundial, y en un país al que se lo está llevando el diablo en cuarentena. Shame on you! (Pa decirlo en el idioma que usan en sus posts, aunque son dominicanos). Me dan vergüenza y náusea sus influencias lucradas en tiempos de tanto dolor.

(En homenaje a ellos, esta decadente foto con mi pijama y un “pote poderoso”, la tomé de manera simbólica sentada en el inodoro de mi baño).

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Martha Rivera-Garrido es poeta, narradora y ensayista.