Los seres humanos realizan innumerables actos; pero no todos los actos realizados fortalecen los procesos de humanización. De los actos humanos, los que cuentan con el concurso de la inteligencia y de la voluntad con un horizonte de sentido que tiene como foco el bienestar de los distintos seres que pueblan el universo, son los que poseen mayor potencialidad para construir una experiencia humanizante integral. Los actos humanos tienen como raíz el bien y como plataforma la justicia; a su vez, los actos gobernados por una racionalidad tecnocrática ralentizan el proceso de humanización propio de los actos de los seres humanos. Los actos humanos son plurales y complejos. Por su pluralidad, son diversos según el estado anímico del sujeto y del contexto histórico en el que se producen; además, según los elementos estructurales de su composición y de las variables culturales que inciden en su realización. Estos actos, por su complejidad, presentan componentes entrelazados e interdependientes; están organizados para producir efectos marcados por la bondad humana. Por ello los actos humanos, para llegar a serlo de forma plena, requieren la articulación orgánica de tres facultades fundamentales: la de pensar, la de ejercer la libertad y la voluntad; esta última tiene  capacidad para posibilitar la concreción del acto.

Concluir es uno de los actos humanos más comprometidos con la toma de decisiones de los sujetos; presenta una hoja de ruta crítica, pues supone observación focalizada y ponderación del hecho a partir del análisis de su naturaleza. De igual modo, implica identificación de los factores que inciden en su gestación. En esta fase afloran los por qué. Interesa encontrar la razón de ser del acto de concluir. La ruta crítica supone, además, determinación del alcance y de las implicaciones del acto, el cual se produce por la acción intencionada de los actores. Estos se involucran y convierten en realidad la conclusión, a partir de una  toma de posición razonada. Los coautores de la conclusión asumen una decisión determinada movidos por la fuerza interna de la conciencia y de la voluntad. Al llegar a este momento, el acto de concluir pone en evidencia la interacción dinámica e interdependiente que se genera entre el pensamiento y la libertad de los actores.

El acto de concluir requiere, también, una persona informada y organizada; su forma de pensar se activa con la libertad sin constreñimientos para tomar posición ante las situaciones que lo demandan. Es con libertad afectiva y efectiva para pensar y mover la voluntad como se puede concretar el acto humano de concluir. Entre el pensamiento y la libertad se produce una sinopsis de la cual emerge el acto de concluir. Un acto que combina la lógica propia de la facultad de razonar y de reflexionar, así como la direccionalidad y la expansión que otorga la libertad.  En este sentido, depende de la intercomunicación que se produzca entre el pensamiento, la libertad y la voluntad para que el acto de concluir sea abierto, impreciso o cerrado. El acto de concluir abierto asume que un hecho es pasible de nuevas formas de abordarlo y de enriquecerlo con los cambios que experimenta el hecho mismo y con las variables que inciden en los escenarios y en los actores vinculados al acto. Asimismo, el acto de concluir abierto le abre espacio a la incertidumbre que la vida y los tiempos van legitimando. Es impreciso por las dificultades que tiene para captar de forma holística la naturaleza y las implicaciones del acto. La imprecisión del acto de concluir genera un problema de  transparencia al obstaculizar la visibilidad de las raíces y del horizonte utópico del acto. De otra parte, es cerrado al obstruir las posibilidades de iluminación propia y externa. Esta modalidad de acto de concluir va acompañada de argumentos incuestionables y de tensiones internas y externas. Es un acto en el que hay oposición entre reflexión y diálogo. 

El acto de concluir es formador; propicia oportunidades de aprendizaje personal y social. Este acto requiere de los actores atención para que aprendan a gestionar su pensamiento, su voluntad y su libertad de forma sincrónica y sistemática. Los actores han de convencerse de que el acto de concluir no es un episodio banal; al contrario, es un  proceso que potencia la humanización en su perspectiva global y particular. De igual manera, posibilita la ejercitación de facultades nobles del ser humano, como la capacidad de pensar, la capacidad de vivir y de gestionar la libertad; y, aun más, la capacidad de poner en acción la voluntad. El acto de concluir aporta a la constitución de seres humanos integrados, con raciocinio consistente; contribuye a la creación de culturas y espacios con capacidad de autodeterminación para una actuación liberadora y decidida. Concluir es, a su vez, un proceso que apunta a una interrelación sostenida entre la dimensión intelectual del ser humano y la dimensión práctica. No es un acto imaginario, es una concreción cotidiana. ¡Concluir, acción reflexiva humanizante! 

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Dinorah García Romero es educadora, rectora del Instituto Superior Pedro Poveda, Santo Domingo. Columnista del portal digital Acento.

Ángela Hernández, cuentista, novelista, ensayista dominicana y Premio Nacional de Literatura 2016 es la autora de la imagen de portada.