La nostalgia es un tema que predomina en la literatura de los dominicanos afincados fuera de la isla en mayor medida que la producida en la tierra natal. Pero se trata de una añoranza que excede lo geográfico para vislumbrar más bien ciertas agrimensuras del afecto. En El futuro de la nostalgia (2016), Svetlana Boym teoriza esta peculiar forma de evocación propia del devenir exiliado como la nostalgia de un tiempo en el que todo se sentía en su lugar. 

El sujeto transita el fuera de lugar de la diáspora cuando el exilio, de tan dilatado y rotundo, hace de la zozobra por recuperar el orden extraviado una muerte sin fin. Ese desencajamiento engendra a su vez una sensibilidad particular, que en la esfera del arte asume las coordenadas del aperturismo y el diálogo.  

Vista a partir de estas premisas, la literatura de la diáspora dominicana exhibe la nacionalidad del mundo. Es una literatura que enriquece el pensamiento del origen al conectar la Isla a redes más amplias, en especial a ese Caribe expandido al que irónicamente se le ha dado la espalda. Al examinar a fondo el archivo literario de la diáspora es evidente que el contacto con las sociedades receptoras, lejos de hacer borrosa la contingencia de la filiación, subrayan su vigencia y centralidad. 

Buena muestra de ello son hitos literarios como Where Horizons Go (1998) de Rhina Espaillat, Dominicanish (2000) de Josefina Báez, The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (2007) de Junot Díaz, Emoticons (2007) de Aurora Arias, Patria portátil (2008) de Norberto James Rawlings, Winterness (2012) de Juan Dicent, La mucama de Omicunlé (2015) de Rita Indiana, Los gestos inútiles (2016) de Rey Andújar, Al este de Haití (2016) de César Sánchez Beras y Donde el mar termina (2017) de Alejandro González Luna.     

Para el escritor de la diáspora la distancia del país de origen permite inquirir con singular hondura sobre aspectos poco felices de la cultura dominicana, como por ejemplo el autoritarismo y los ritos que lo normalizan, la discriminación de género, la xenofobia, el fundamentalismo religioso y la pobre conciencia ecológica. Esa distancia también consiente la imaginación utópica para vislumbrar la ciudad dominicana del porvenir. 

Néstor E. Rodríguez es doctor en literatura latinoamericana de Emory University en Atlanta, EE. UU.; ha sido investigador visitante de la Universidad de Londres y actualmente se desempeña como Profesor asociado del departamento de español de la Universidad de Toronto, Canadá.

Fotografía: Arturo Richardson.