PALABRAS

El enojo es con las palabras, no con las experiencias, por no encontrar las palabras para definir o situar las experiencias para que se sientan culpables de mis debilidades, no las palabras.  

PASCAL

Mientras más ilimitada es la brecha del buen proceder y el mal proceder, más vulnerables somos. Mientras más humano somos, menos lo somos para con nosotros mismos. Somos débiles porque conocemos nuestras limitaciones respecto a nuestro proceder. Lo justo sería medir las consecuencias de un proceder determinado cuando sobrepasa o pone en riesgo nuestra condición moral o humana, es decir, la vida. Si no hay pudor a la hora de sopesar lo que favorece mediante un proceder y lo contrario, fue que, en la fase de la educación, de las relaciones para con nosotros mismos y nuestros semejantes, falló, y todo se entiende como una agresión a las cosas que aspiramos tener, entonces el otro es el culpable. No se es uno mismo por el hecho de serlo, sino por el otro. El otro define nuestros límites y viceversa. Entender las propias limitaciones debería ser el primer elemento a tomar en cuenta ante cualquier decisión que tenga que ver con la palabra: comprender, legislar, gobernar.

LOCURA ADREDE

La locura siempre eludirá a lo inexplicable, a la nada. Hace unos días regresaba no sé de dónde por una de las aceras de una calle de la ciudad colonial, siempre atestadas de locos. Sin más, como salida de la nada una mujer se extraía algo de la cabeza, luego de cualquier parte del cuerpo, para luego llevárselo a la boca, no sin antes mirar a ambos lados y luego al cielo con todo y ser de noche. Al mirarla me quedé sin rostro, en un éxtasis místico.

GIMNASIA QUIJOTESCA

Un dedo que señala la sombra. La sombra que es señalada o delimitada por la luz. El silencio que acude a la máscara colgada de la pared, a unos trazos de un collage. Ambos para ser contemplados y sentidos por los ojos. Pasos en el zinc. Madera despertándose al bosque irremediablemente perdidos en la memoria de quién sabe qué luna ascendiendo desde el agua y hacia el agua. Ser hombre. Ladridos. Nocturno animal en cosas que comenzaron a desaparecer y aparecer. Irse. Quedarse. Ser superado. Esperar mañana, ahora. Por esta sombra se mide al cuerpo. En esta palabra resbalo: silencio.

ALUMBRAR

Así como nos preparamos para amar, sucede también con el odio. Alguien nos hace derrumbarnos por dentro, un alud a tal o cual hora, espacio, tiempo, estación, navidades, días conmemorativos, no conmemorativos. Somos aquellas cosas que nos les resistimos. Pensar con cuidado, unas de esas piedras del alud, puede destrozarnos la cabeza.

DE LA MANO DE ULISES

Después de horas sin dormir, partí a un lugar lejanísimo con ese objetivo. Al llegar vi a un hombre del que con mucho esfuerzo podía ver su aliento, su silueta, sentado en una escalera de un solo peldaño. Me dije: “La razón de mi viaje”, a su vez él me dijo que era la muerte y que buscaba morir. Dijo también que para ambas búsquedas se necesitaba tiempo, “¿Cuánto?”, dije, a la vez: “¿Es qué hay más de un tiempo?”. “Sí –respondió– el de la lucidez en la angustia”.

CIUDAD COLONIAL

Caminando por la ciudad me sentí enfermo. Algo dentro de mí estalló. Primero debajo del brazo, luego en la cabeza. En blanco, entré al parque Independencia y con la mirada busqué un banco donde sentarme con un poco de sombra. Era mediodía. Un poco más calmado, supuestamente, miré el sol reflejado en las paredes de las murallas, me miré a mí mismo… nada. Pensé en algo y busqué una libretita color marrón y garabateé unas letras ilegibles luego. El escribir me calmó. Al rato vino una señora sentándose en el extremo opuesto del banco. Se sentó al sol. Nos miramos. Algo habitual en un parque donde se pertenece al reino de lo desconocido. Le dije que se quitara del sol y por respuesta extrajo una cajetilla de cigarrillos, encendiendo uno. Fumaba como si fuera el último cigarrillo del mundo. El fumar le transformaba los ojos. Cada chupada que daba estremecía al aire. Terminó el cigarrillo. Al sentarse trajo consigo también una funda, deduje que era comida. Esperaba que comenzara a comer, no como se fumó el cigarrillo. Pensé que era una empleada de las tiendas de los alrededores, con el tiempo encima. No nos habíamos dirigido la palabra, excepto mi llamado de quitarse del sol.

Amable Mejía es poeta y narrador. Doctor en derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Autor de Días de semana, 2001; El amor y la baratija, 2007, y Novo Mundo, 2015; entre otros textos.

Hilario Olivo es el autor del lienzo de portada. Nació en San Francisco de Macorís, 1959.