…donde acaba la imagen empieza la palabra,
donde acaba la palabra empieza la música.

Asir la pintura, la música y la poesía durante toda una vida constituye lo más cercano a la consagración de un artista, y en el caso de Luis Eduardo Aute implica arribar a aquella casi desaparecida caracterización del ejercicio humano que los helénicos habían fundado: alcanzar el estatus de pensador. Hablamos aquí del hombre que crea, interrogándose, y se pregunta, creando, ¿Qué sentido tiene esa broma llamada existencia?

Autodefinido amateur de las artes que sueña con “canjear la especulación por la solidaridad”, y, consciente de encontrarse atrapado en una cierta irreversible travesía ―la vida misma―, Aute se inquieta ante los espejismos y frente a los abismos encontrados “por no adorar ningún altar”. Sin luz ni fuego, ni siquiera leña, convencido de la inutilidad de los mapas es el rebelde que se lanza a la intemperie huyendo de tristezas e inconfesas cobardías. Y, a la espera de esperanzas que en “abrazos urgentes siempre traerán soplos de alegría”, emula a Joan Margarit reconociendo la dureza de la desolación que se instala sin la presencia de la poesía. 

Incuestionable espíritu renacentista, ha sabido entregarnos canciones de amor como muy pocos, es decir, ha parido canciones donde este sentimiento es representado a plenitud: como la pasión desesperada de “Mojándolo todo”; como aquel amor que se escurre entre las manos reaparecido un tanto tardío, de visita, a las cuatro y diez; como el amor ménage à trois; tal cual el que nunca tuvimos. Y por supuesto, como el des amor, que en el caso de la canción “De noche todo el día” se pierde entre las esquinas del cuerpo-refugio último: Hace tiempo que tus labios/ me saben a conocido,/ que tus ojos transparentes/ son dos pozos infinitos,/ que mis brazos no te abrigan/ y los tuyos me dan frío,/ que tu voz y mis palabras,/ como torpes adjetivos,/ nada añaden al silencio/ de tu cuerpo junto al mío.

Entre escalofríos y andanzas de la muerte, Aute recurre al corazón más encendido pidiéndole a una ella el soplo capaz de revivirle, latido a latido. Porque tras amar hasta las cenizas al punto de la derrota, de pronto surge el galope dando señales de vida; quizás por ello el filipino-español ha declarado su irremediable decisión de amar incondicionalmente ―incluso antes del último beso― “como quien ya nada espera”. 

A pesar de una febril y prolija actividad creativa el artista admite –“después de todo lo sufrido”– desconocer lo que impulsa “ese primer latido que me demanda darles (a nosotros) sangre de canción”; desconocer “de qué musa nace el alma que toma cuerpo en su vestido de canción” en una época que a su modo de ver, solo da cabida al refugio del amor y a la esperanza de un homo sapiensque sienta y piense, y a la mujer ―cómplice inseparable―, una vez más protagonista.  

En una de las escasas obras dedicadas al artista, Luis Eduardo Aute. Melodía poética (Editorial La Máscara, España 1997), David Abel caracteriza la obra auteana y al autor como la suma de quien toma partido al asumir una postura ideológica de inconformidad desde la mirada poética; de quien expone al amor como motor del mundo y al desamor como fuente creativa y existencial; como quien navega por el sexo, pulsión esencial humana, por la vía onanista en soledad, irracional y sosegadamente, humanamente, en fin; y en plena conciencia de sí mismo como el ente no perdurable compañero del envejecimiento y de la muerte.  

Este collage auteano surge ante la imposibilidad de conversar con el artista resultado de su retiro de la vida pública tras sufrir un infarto. A propósito de sus 75 años de existencia, escogemos para los lectores de PLENAMAR doce preguntas que fueron parte de entrevistas realizadas a Aute por quien suscribe entre 2009 y 2013 publicadas en el diario mexicano La Jornada

1.¿Qué da la música?

―Llamo “música”, no a lo que se entiende por melodías, armonías y ritmos que resuenen en los oídos, como tampoco llamo “poesía” a un poema. En ese sentido, Música, Poesía, Magia, Sueños, cruzar al otro lado del espejo, es todo lo mismo. Música es lo que mana de lo inexplicable, como mana el amor del deseo. Eso es lo que da la música, a mi modo de ver.

2. Leí en un blog chileno que el cuerpo y la desnudez eran aproximaciones a la esencia de la vida, algo que ya has establecido al punto de que consideras al cuerpo un invento maravilloso. En Anda, que es un himno a la persecución de tal esencia, invitas al desnudo; de igual forma, “con un beso por fusil” convidas “a vencer la eterna duda sometiéndote a una piel desnuda”. Cuéntame de esta batalla desnudo-vestido.

―La vida consciente debiera ser un irrefrenable deseo de conocimiento. En el enamoramiento, ese espejismo, los cuerpos sienten un irrefrenable deseo de conocimiento mutuo, hasta ser un solo cuerpo, una sola alma. Ese irrefrenable deseo de conocimiento obliga a desnudarse de todo aquello que nos cerca y no nos acerca.

3. Le pides a un cuerpo, clases de poesía. Es más: amenazas hundirte en él ante tanta pesadilla. ¿Cómo sobrevivir entonces (al cuerpo y a las pesadillas)? ¿Será porque después del amor los cuerpos huelen a alma?

―Será, seguramente, porque los cuerpos después del amor, que no del coito, apestan a alma. Con ese perfume se logra sobrevivir, aunque sea muy poco tiempo.

4. ¿Qué se siente haber vivido la agonía del hombre contemporáneo? (por aquello de “Siglo XX, cambalache, problemático y febril…” y por supuesto, tu último Aleluya).

―No sé si ha valido la pena; en todo caso nunca me he planteado el valor de las penas, porque si lo hubiera hecho, seguramente nada hubiera hecho. Mejor no hacerse preguntas boomerang. El hombre siempre fue contemporáneo en su tiempo y siempre fue agónico. El hombre (el ser humano, mejor) desde que nació se está muriendo, individual y socialmente. Dicen que la vida es puro aprender a morir. El “hombre nuevo” no existe ni existirá, pero hay que renovarse constantemente, sobre todo para no caer en el tedio de vivir. Lo que sucede es que “nuestra” contemporaneidad es la menos contemporizadora de todas las anteriores, porque habiendo pasado por un trágico y dolorosísimo proceso “civilizador” a lo largo de toda la historia, se obstina en destruir, sistemática y egocéntricamente, todo valor conquistado por la civilización, en nombre, no del valor de los bienes, sino de su precio. Y caiga quien caiga. Así vemos cómo está cayendo, en caída libre y por causa del llamado libre mercado, toda nuestra contemporaneidad.

5. En aquel paradigmático trabajo que titulaste Uff! anunciabas la agonía del socialismo; ahora admites en el disco Intemperie que somos testigos de la lenta caída del capitalismo real. ¿Qué auguras entonces verá la joven generación del segundo milenio?

―Tu pregunta es la del millón. A mí también me gustaría tener una respuesta. Una cosa es augurar la caída de los dos sistemas político-económicos que se han impuesto a partir del siglo XIX, augurar decadencias forma parte de una reflexión sobre la condición humana, y otra augurar lo que vendrá tras ambos fracasos. Deduzco, por pura lógica elemental, que siendo el mundo cada vez más pequeño al ampliarse extraordinariamente la demografía planetaria, que, una de dos, o nos vamos todos al carajo tras una hecatombe bélica “global” para diezmar al máximo la población, o bien se “juntan meriendas”, como decimos por aquí, y se empieza a aplicar una política económica de supervivencia administrando la racionalidad y el sentido común (en el caso de que se dieran) salvables de los dos sistemas. ¿Tal vez el “sentidocomunismo”? No veo otras salidas.

6. Mea culpa por la felicidad, “Qué me pasa doctor” es una canción donde “no deseas dar mal ejemplo a la gente normal” ¿Qué te hace feliz en este momento?

―Muy pocas cosas. Tal vez los recientes movimientos populares de “indignados” me invitan a una cierta esperanza. Una generación que parecía dormida y anestesiada ha roto su adocenamiento y empieza a manifestar su disconformidad ante el sometimiento de los políticos a las exigencias de las mafias financieras. Por ahora es un movimiento embrionario, pero… eppur, si muove. Veremos.

7. Apuestas a que habrá de nuevo alguien que sueñe “aunque ya se han vendido hasta los sueños”; tú, ¿con qué o con quién sueñas?

―Como, por ahora, soñar es gratis, no me reprimo en absoluto en ese sentido. Casi te diría que me basta soñar con la posibilidad de que hay otros que “sueñan por ahí”. Como dice en un poemiga alguien que tú y yo conocemos: “Quien no tenga sueños, que se disponga a tener dueños”.

8. Europa, admites, acongojado a propósito de Grecia, va al lomo de la tropa que marcha pisando las ruinas de la inteligencia en franca decadencia ¿Y a América, ¿cómo la ves?

―Occidente es un barco que se hunde y que no tiene otro proyecto que ponerle todo tipo de parches para que no se hunda del todo. América Latina está trabajando en un proyecto común: el de construir un barco para echar a navegar con un bagaje hecho de materiales valiosísimos. América Latina es un continente enorme, que atesora culturas milenarias, mestizas, que hablan una lengua común. Es un continente riquísimo en materias primas (lo que no tienen ni Occidente, ni Asia; África sí, Oriente Medio también), en imaginación, en creatividad. América Latina es pura energía, milenaria y nueva, con un objetivo común que es lograr la independencia de la dictadura de los “mercados” de Occidente. Si existe el futuro, desde mi punto de vista, ese futuro está en ese continente.

      9. Háblanos sobre la niñez hoy día.

―Por un lado, es cada vez más breve porque tras nacer los niños enseguida son abducidos por la tecnología, convirtiéndose en tempranos adictos a un mundo artificial (que no irreal) y por otro lado prolongan su ‘niñez’ de más porque la adultez les aterra. Esto referido a la bien alimentada; la otra niñez que subsiste en la marginalidad desconoce esa fase llamada niñez, son adultos apenas se ponen en pie. Es la ley de la jungla.

10. Aute fue el niño sostenido por Gumersindo, ese padre tuyo sobre quien me he atrevido a indagar en este conversatorio. ¿Cómo fue tu paternidad?

―La relación con él fue muy intensa en todos los sentidos y sentimientos. Ya era mayor cuando nací y eso le marcó en el trato que tenía conmigo. Yo era hijo único y un poco nieto único a la vez, y con la perspectiva del tiempo soy consciente de que me quiso ‘vivir’ en todas las fases de mi crecimiento, todo el tiempo que le quedaba libre me lo dedicaba. Fue el padre más tolerante, cariñoso, sensible, humilde, generoso y bueno (bueno como diría Antonio Machado) que jamás haya existido. Fui plenamente consciente de que yo le justificaba la vida.

11.  ¿Qué tal pinta el siglo XXI?

―El siglo anterior ha sido de una crueldad sin límites, pero el XXI me temo será terrorífico en el sentido de que el Gran hermano, de Orwell, será un chiste comparado con el Kontrol absoluto del presente y del futuro. La profundísima Klaustrofobia que padeceremos cuando seamos conscientes de la Muerte del Azar, porque el futuro ya está ‘provocado’, será insoportable. Nada me gustaría más que equivocarme en esta intuición.

12. Tras amar hasta las cenizas, al punto de la derrota, de pronto galopa el corazón dando señales de vida; al parecer, entonces, aún no muere el amor: ¿Nos sigue salvando de la muerte o se trata sólo de suspiros?

―Son suspiros cenicidas… Pero sigo creyendo que mientras quede una persona que sea feliz encontrando el sentido de su vida solamente por el hecho de que el amado existe (y viceversa) en el planeta, esta pequeña bola giratoria estará justificada.

Jochy Herrera, ensayista dominicano autor de Estrictamente corpóreo (Colección del Banco Central de la República Dominicana, 2018).