El exorbitante crecimiento de los medios de comunicación en la modernidad del siglo XXI no es un secreto para nadie; tampoco lo son las consecuencias que ello desencadena, las cuales, en el mejor de los casos se convierten en instrumento a favor del conocimiento y el enriquecimiento de la verdad. Por el contrario, en otras ocasiones, el exceso de información pudiera conllevar, penosamente, a una amenaza a la objetividad y la veracidad al conjurar escenarios donde la cultura sería arropada por la inmediatez y superficialidad, inseparables aliadas de la ubicua desverdad del hoy.   

De izquierda a derecha: Rafael Emilio Yunén, Fausto Rosario, José Mármol y Jochy Herrera, parte de los editores de Plenamar, que también incluye a la escritora Minerva del Risco.

Esa cultura, entendida como madeja de símbolos, conductas e ideas conformadoras de nuestro entorno, por desgracia parecería haber sido relegada al penúltimo lugar de la lista de preocupaciones que ocupan el pensar de los hombres y mujeres contemporáneos. Es en este contexto que la revista PLENAMAR desea surgir como medio que ofrece alternativas a la comprensión y al ejercicio del quehacer cultural e intelectual independiente a manos del mágico poder de la palabra y las imágenes.

  

Pensar, del latín pendere, hace referencia al acto de “comparar pesos en una balanza”; es decir, de discernir entre ideas, reales o imaginarias, a través de las cuales el ser humano reflexiona a fin de elaborar un concepto, trátese este de un texto literario, una pieza de arte o una conclusión referente a cualquier tema. Pensar, es, por ende, cuestionar y construir. Rasgos esenciales en la conformación y sostenimiento de una comunidad crítica y a la vez feliz, que es al fin y al cabo lo que todos deseamos para la República Dominicana y el resto del mundo.

Dos símbolos marítimos y fluviales nos ayudan a develar importantes rasgos definitorios del proyecto que hoy presentamos: Hablo de los términos plenamar y orilla. El primero hace referencia a la altura máxima alcanzada por la marea en tanto que el mar es vehículo para arribar a los lugares donde el sentido pleno de lo humano puede y debe habitar; el segundo símbolo, la orilla, límite de la tierra que la separa del mar, denota acercamiento, inmediación, jamás distanciamiento. Justo lo que pretende PLENAMAR: acortar y vencer barreras entre nosotros, los que habitamos esta media isla, y entre aquellos allende al entorno, todos arropados por ese mar común que nos dio vida y conformó esta complejísima e insoslayable condición insular.   

En los varios días de vida con que cuenta PLENAMAR el contenido de su espacio ya esboza el panorama que se avecina al tocar temas tan variados como la identidad nacional en la producción fílmica dominicana; la participación femenina en la recién finalizada Feria del libro de Madrid; las ideas propuestas sobre la política cultural dominicana en el exterior; libros, libros y más libros — incomparables mensajeros de verdades y ficciones—; provocadores pensamientos sobre lo posmoderno y lo digital; meditaciones sobre el lugar de nacimiento de León Felipe; poemas de bares y boleros que advierten sobre el infeliz final de la pasión; comentarios sobre la preocupación de Juan Bosch en sus cuentos tempranos de cómo influían los fenómenos meteorológicos en los grupos poblacionales del país; fotografías como imaginarios compartidos desde las profundidades de la corteza de los árboles; hasta las andanzas de Honoré de Balzac y el Tolstoi de nuestra juventud.

Nos enorgullece indicar que en PLENAMAR pretenderemos alimentar el pensar, repito, desde la isla y más allá. Abierta a todas las expresiones y formas artísticas, este medio querrá convertirse en escenario revelador de la creación literaria, plástica, cinematográfica y musical de dominicanos y dominicanas dondequiera se encuentren, y la de cualquier ciudadano del mundo que asuma el ejercicio cultural como faro conductor hacia esa mejor sociedad que todos merecemos.  

Lo que acabo de expresar lo ha dicho de manera más diáfana y elegante el poeta, crítico y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero; en las páginas su último libro titulado Las palabras rotas él nos dirige hacia la búsqueda de una biografía ética y estética en la que convivan el deseo y la osadía de buscar en el cubo de la basura los valores que merece la pena rescatar en este mundo a veces hecho de desechos.

Sentencia García Montero que “frente al cinismo sigiloso de los que afirman que ya está todo perdido, que nada afecta a nuestra responsabilidad, y el hedonismo de los que sienten que vivimos en el mejor de los mundos posibles, merece la pena mantener la esperanza de que se puede vivir en un mundo mejor”.

Buenas noches y gracias de corazón a nombre de la tripulación de PLENAMAR por su presencia.    

Jochy Herrera, Santo Domingo, 18 de julio, 2019