La puesta en circulación de la segunda edición del libro El retorno de las yolas, de Silvio Torres-Saillant, realizada en mayo pasado por la Editorial Universitaria Bonó y Ediciones de los Misioneros del Sagrado Corazón, es un acontecimiento memorable.

Conocí de la existencia de Torres-Saillant, y de sus dimensiones y valentía como intelectual, a través de los primeros textos suyos en la revista Rumbo en 1994. 

Desde el primer número me integré como periodista investigador y publicaba mis escandalosos reportajes mientras aparecían los desafiantes artículos de Silvio  argumentados con minuciosos detalles y con incomparable verticalidad conceptual. Siempre me sentí admirado y maravillado de la manera en que este autor, miembro destacado de la diáspora dominicana, enfrentaba las debilidades políticas, conceptuales y filosóficas de la intelectualidad dominicana. 

No quedaban protagonistas con cabeza en los análisis de Torres-Saillant. Era una explosión. Los lectores celebraban, reían, comentaban con satisfacción la aparición de este espadachín que hacía justicia con verdadera independencia y vocación de no dejar sobre el altar ningún santo social o político dominicano que mereciera su atención y que asumiera el pensamiento, y lo expresara más frecuentemente sobre temas altamente polémicos.

Comenzó con los intelectuales, su terreno más adecuado para el debate de las ideas, y continuó con los miembros del clero, de los partidos políticos, de la farándula periodística, sin dejar de lado a los gobernantes. Conservo una colección de Rumbo, y allí se incluye el número 38 de la revista, del 17 de octubre de 1994, que trajo como tema de portada mi trabajo sobre la censura de la Secretaría de Educación a los libros de historia, por indicación del entonces arzobispo metropolitano de Santo Domingo, Monseñor Nicolás de Jesús López Rodríguez. En el interior de la revista el título era “Censura contra la historia contemporánea”, a propósito del libro de ciencias sociales de 8vo grado, y el capítulo censurado correspondiente a 1965, que fue excluido por mencionar críticamente al presidente Joaquín Balaguer. Raimundo González y Walter Cordero habían sido los autores de dicho capítulo.

Rumbo dedicó 9 páginas a ese reportaje, pero en el mismo número aparecía un ensayo de Silvio titulado “Julia Álvarez frente a la falocracia dominicana”, en el que analiza la novela En el tiempo de las mariposas colocando a las hermanas Mirabal en la arena vital de la vida cotidiana y fuera del terreno baldío de los mitos.

Las coincidencias entre las publicaciones de mis reportajes y ensayos de Silvio se mantuvieron incluso después de mi salida de Rumbo alrededor de 1995, cuando dejé escrito un reportaje para llenar la página en blanco depositada por el doctor Balaguer en su libro de Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo. La dirección de la revista se comprometió a publicar mi reportaje después de las elecciones de mayo de 1996, y así lo hizo. El 6 de octubre de 1996, en el número 141 de Rumbo, apareció en la portada una investigación bajo mi firma con el siguiente título: El crimen de Orlando y la página en blanco, 21 años después.

Aquel reportaje ocupaba once páginas, y a partir de allí la investigación del crimen cobró ritmo y rumbo diferentes con razonables resultados en procura del esclarecimiento. Inmediatamente concluía ese trabajo, en la página 68 de Rumbo, en la página 69 se publicaba la segunda parte de un ensayo de Silvio bajo el título “Identidad cultural como batalla: Hacia una visión nativa de lo dominicano”, incluido también en el libro que hoy se presenta, tanto en la primera como en la segunda edición.

El retorno de las yolas, que recoge una parte de los ensayos que sembraron la imagen y la identidad de Silvio como intelectual dominicano desde la diáspora, es un libro luminoso desde que se publicó hace 20 años hasta hoy que la segunda edición renueva sus planteamientos y críticas en una sociedad que necesita identificarse en una perspectiva diferente a la que nos acostumbraron la dictadura trujillista y la conveniencia cómplice a la que la mayoría de nuestros intelectuales se adaptó.

En el momento de su publicación inicial, una parte de los que se sintieron heridos o afectados, directa o indirectamente, a través de sus ancestros, salió a responder a Silvio, en general con denuestos o desde un punto de vista emocional y no con la racionalidad que el autor de esta obra lo propuso, valiéndose de los textos, las obras, el pensamiento, las posiciones políticas de personajes como Pedro Henríquez Ureña, admirado pero sin la obsecuencia de validar todo su pensamiento hispanista, acompañado de Manuel de Jesús Galván o José Gabriel García, y sin olvidar el trujillismo manifiesto y expuesto de Tomás Hernández Franco o Antonio Fernández Spencer, o la posición oportunista de muchos intelectuales que se adhirieron a la política por conveniencia económica o para conservar una posición en el gobierno.

Los otros intelectuales sencillamente guardaron silencio. No había mucho que decir. Creo que evaluaron con inteligencia cómo responder o cómo comportarse frente a un intelectual que venía con todo el arsenal disponible para esclarecer o reposicionar temas vitales del pensamiento dominicano. Silvio no deja resquicio, no pierde los detalles, hurga en la historia, en los diarios y revistas, se ha leído casi todos los libros, y cuando propone un tema lo argumenta conceptualmente de forma irrebatible. Su método de exposición y debate es claro, sencillo y conclusivo.

Frank Moya Pons definió a Silvio Torres-Saillant como “un raro espíritu comprometido únicamente con la búsqueda de la verdad, independientemente de quien la posea y en donde esta se encuentre”. Y qué decir de las ideas del autor sobre la conducta política e ideológica de los obispos dominicanos, o de políticos trujillistas adaptados a la democracia, como Marino Vinicio Castillo, alias Vincho, y algunos otros, sin dejar de incluir a Joaquín Balaguer.

Las propuestas e ideas postuladas por Silvio Torres-Saillant sobre nuestra identidad, la visión que desde la media isla tenemos de los dominicanos expulsados que constituyen la llamada diáspora, están expuestas con detalles en esta obra, lo mismo que la valoración de los dominicanos en el exterior y sus aportes en la economía, la cultura, la literatura.

Silvio demostró, y en su libro hay suficientes argumentos en ese sentido, que no se trata de apego a un empleo, ni de intereses comerciales. Su libertad para criticar y decir lo que entiende sin cortapisas, se debe a que está desconectado de un estilo, de una ideología, de una costumbre, asumida por la intelectualidad de servicio al poder, y que su compromiso es fundamentalmente con la búsqueda de la verdad, desde un punto en que aparenta estar protegido: La academia.

La publicación de El retorno de las yolas en 1999 representó un punto de partida en el debate dominicano y en las publicaciones académicas sobre la diáspora y los escenarios en que se confrontaba con la intelectualidad dominicana que asumía una forma de definir nuestra identidad sin incluir a esos otros dominicanos que también nos definían.

Libros como este son necesarios cada vez con más frecuencia, porque en el país en los 20 años que han transcurrido desde su salida va surgiendo una nueva intelectualidad, profesionales con una visión sin los lastres del trujillismo y la mediocridad de los apegos materiales para sobrevivir, ya sea en una posición en el gobierno, en el sector privado o un cargo diplomático en el exterior.

El aporte de Silvio al debate sobre nuestra identidad es fundamental. Lo dominicano, lo que nos define, no se encuentra solo en la cultura y los comportamientos que asumimos los que vivimos en la media isla, sino también en los que viven en otros lados, en otros países; ellos mantienen su identidad e incorporan elementos del lugar donde han sido recibidos ampliándola cada día. Esta nueva identidad no es estática y ha recibido la experiencia de poblaciones vinculadas con la media isla a través de múltiples generaciones incluyendo la actual.

Tenemos una deuda con Silvio Torres-Saillant por su valentía, como una vez en Nueva York le dijo Juan Bolívar Díaz, y por ofrecernos un pensamiento crítico innovador cuestionando los mitos y las verdades que asumimos como inamovibles durante mucho tiempo sin que nuestros pensadores se tomaran la libertad de escarbar y levantar la alfombra, espantar el espíritu dictatorial que ha animado nuestra conducta y la sacrosanta connivencia que le ha ayudado a perpetuarse, en las mentalidades institucionales y personales.

Este libro nos ayuda a ser mejores.

Fausto Rosario Adames. Periodista, director de Acento.com.do

Silvio Torres-Saillant